Unha das súas entradas máis longas, para un sitio moi querido, onde pasou quizáis os mellores anos da súa vida. Unha entrada poética e ilustrativa declaración de amornun recorrido por historia e cultura. E algunha frase para a lembranza, como a que di 'e, á xente que non lle puido chegar a cultura, chegoulle a educación'.
Jueves, 29 de marzo de 2007
ASÍ ES MONDOÑEDO
Una pequeña ciudad, construida en piedra, con calles estrechas y
tortuosas, bordeadas por palacios y casas antiguas, con sus escudos y
portalones, sus patios y sus balcones de hierro forjado en la antigua
fábrica de Sargadelos, que yace dormida a los pies del Padornelo que,
como un león recostado, la protege y vigila. Una pequeña ciudad que, a
través del paisaje que la rodea, de las antiguas piedras de que está
hecha y hasta de la misma lluvia que moja sus calles en los largos
inviernos, expresa paz y silencio. Una ciudad, como la definía
Cunqueiro, de casi mil años de vida canónica, aristocrática y letrada.
Una ciudad con esa belleza y ese silencio que ha inspirado a tantos
poetas, músicos y escritores. Una ciudad rodeada de hermosos valles,
como los de Viloalle, Masma o Couboeira, sugestivas encañadas estrechas,
como las de Valiñadares o la Fervenza y altos miradores como el de
Fiouco, Padornelo o Tronceda. Una ciudad con un patrimonio paisajístico
inigualable como no posee ningún otro pueblo de su contorno. Una ciudad
que guarda un monacal y eterno silencio desde la muerte de su Mariscal.
Una ciudad creada por tantos personajes ilustres que construyeron su
historia y por las gentes que viven en ella, con su cultura y su
sencillez.
¿Por qué es esta ciudad distinta de otras? ¿Cuál es su secreto? La
respuesta está en su historia, en las especiales circunstancias en las
que se desenvolvió su trayectoria a través de los tiempos hasta la
actualidad.
Ya desde el siglo XII la sede episcopal va a marcar su vida y su
futuro. La importancia del mecenazgo y la cultura que imprimió la sede
episcopal a la vida de la ciudad y de sus gentes fue determinante para
configurar esa forma especial de ser de sus gentes. Y lo fue hasta tal
punto que a la sede le debe la ciudad, incluso, su nombre, importado del
cercano pueblo de San Martín, en donde estaba primeramente ubicada la
sede episcopal. Desde su papel de Señores de la Ciudad toda la vida de
Mondoñedo gira en torno a sus obispos que son los que marcan su ritmo
religioso, político, social y cultural. A muchos de ellos, como a Muñóz y
Salcedo o a Sarmiento debe Mondoñedo sus grandes estructuras
monumentales. Porque de la iglesia salía no solamente la palabra de
Dios, sino, también, la gramática, la filosofía, las ciencias y las
artes. En una palabra, todo el acerbo cultural que la ciudad heredó.
Basta pensar en la influencia que ejerció su catedral en la vida de la
ciudad. Durante un largo período de su historia la catedral, verdadero
corazón de la ciudad, iba a ser la única fuente de formación de que en
aquel entonces se disponía, y del que otros pueblos de su entorno no
disfrutaban. Allí acudía masivamente la gente en los tiempos pasados a
escuchar los famosos sermones de los canónigos magistrales en las
grandes solemnidades, las famosas disertaciones públicas de los
opositores a las canonjías, sobre cuya maestría y destreza luego la
gente discutía en la calle, las grandes interpretaciones musicales de la
orquesta catedralícia o la asistencia a las aulas en donde muchos niños
y jóvenes de Mondoñedo, los niños de coro, recibían una formación
musical y humanística de alto nivel. Las representaciones de los autos
sacramentales de nuestros clásicos de la edad media y todas las
actividades culturales que se derivaban del culto catedralicio, todo
ello era como una gran aula magna al alcance del pueblo que en masa allí
acudía para convertir su ocio en cultura. Hasta tal punto el pueblo
vivía y participaba en los avatares culturales de la catedral que en
unas oposiciones celebradas en mayo de 1900 a la canonjía de magistral,
circuló por la ciudad un folleto criticando el resultado de la contienda
en la que le habían usurpado la plaza al opositor D. Antonio Mª Agrelo,
tío del que más tarde sería cura de la parroquia de Santiago de la
ciudad, D. José Mª Agrelo, que aún hoy algunos mayores recuerdan. En ese
folleto se criticaba la actuación de los demás opositores con estas
palabras: “¡Qué desbarajuste, qué confusión de ideas! ¡Qué significado
desconocimiento de las más rudimentarias reglas de la vida logística!
¡Qué exposición de premisas! ¡Qué consecuencias de pie de banco! ¡Qué
lógica más peregrina, niñas de la catequesis! ¡Fustibus est arguendum!
¡A palo limpio, debiera ahuyentarlo de allí Bertolo en persona o
Ferrerías, el excusador de las Somozas… para que fuese a hacer comedias a
la plaza!” Y terminaba diciendo: “¡Mientras haya mujeres bonitas en los
Molinos no quedarán sin castigo los vejámenes que tomemos en serio los
de Mondoñedo!” Todo esto demuestra hasta qué punto el pueblo vivía y
participaba por aquellos tiempos en los avatares de la vida catedralícia
y la influencia que esta ejercía en el pueblo.
La misma presencia del entonces numeroso clero catedralicio, gente
selecta en lo cultural, ejerció una marcada influencia entre los
mindonienses, que se prolongó aún hasta nuestros días. Exponente de esta
influencia era aquella participación de los canónigos en la vida socio
política de la ciudad, tan bien reflejada en la prensa local de
principios del siglo pasado, como Don Fino o La Voz de Mondoñedo. Y ya
en nuestros tiempos, ¿quién no recuerda las cultas y enriquecedoras
tertulias que tenían lugar en los bares, en las barberías, en las
boticas, en las zapaterías o en los comercios de la ciudad, convertidos
espontáneamente en aulas universitarias? Eran famosas las reuniones que
tenían lugar en la tienda de Bernardino Vidarte, convertida en un
verdadero ateneo literario abierto a todo el mundo, en donde las jóvenes
promesas de la literatura, como Cunqueiro, empezaban a hacer sus
pinitos. ¿Quién no recuerda las cultas charlas del gran conversador y
articulista, D. Manuel Rico, en la barbería de Dionisio, en donde se
hablaba de todo, desde el libro de los “Desconxuros para sacar as
eirugas das hortas” hasta los comentarios sobre las fabulaciones de
Cunqueiro?. ¿O las amenas conversaciones de D. Manuel Lamas en la
Librería Montero comentando con gracia y parsimonia los temas de
actualidad que aparecían en los periódicos? ¿O las científicas
explicaciones de D. José Cascudo, en la tienda de Castañal, sobre la
vida de las abejas o sobre las setas, mientras esperaba la hora del
coro? El mismo repartidor de la prensa en la ciudad era un culto
canónigo de la Catedral e ilustre catedrático de latín en el seminario Y
esta espontánea transmisión de cultura no era patrimonio exclusivo de
los eclesiásticos, sino que había trascendido al mundo de los laicos,
creando una especie de escuela de enseñanza peripatética. ¿Quién no
recuerda, sino, las lecciones de historia que impartía D. Juan Mon en el
Bar Central a la sombra de un café mientras el público escuchaba,
callado y atento, sus largos y brillantes monólogos? ¿O las técnicas y
explicaciones y discusiones que sobre música y literatura tenían lugar
en la barbería de O Pallarego?
Otro factor de no menor importancia que contribuyó a impregnar de
cultura a la sociedad mindoniense y conformar así la idiosincrasia de su
población, y que aún perdura hasta hoy, fue la enorme influencia que
tuvo el seminario conciliar de Santa Catalina.
El seminario actual no siempre fue tal como hoy lo conocemos o como
era en mis tiempos de estudiante. Entonces funcionaba como un internado
en el que sólo los jueves y los domingos salíamos a dar un paseo
caminando por alguna de las recónditas calles de la ciudad y sin
contacto alguno con la población. Pero, aunque el seminario fue siempre
un centro de cultura y comunicación de nivel superior, hubo otros
tiempos, muy anteriores a los que hoy recordamos, en los que la
intercomunicación entre el pueblo y el seminario era mucho más profunda.
Tiempos en los que los estudiantes se hospedaban en las casas
particulares de la ciudad, prolongando así en ellas la vida cultural del
seminario, mientras que otros muchos jóvenes de la ciudad cursaban sus
estudios en el seminario enriqueciendo con su adquirida cultura en
ambiente social de la ciudad. Todo ello sin contar con el ilustre
claustro de profesores, élite intelectual de Mondoñedo, muchos de los
cuales compartían su vida en estrecho contacto con el pueblo,
integrándose en el como personajes ilustres y hasta anecdóticos, algunas
veces. Una intercomunicación tan profunda que hacía que la vida
cultural del seminario trascendiera al ámbito de la población
mindoniense, irradiando inteligencia y cultura y que aún hoy se palpa en
el ambiente de la ciudad. Sólo así se explica la existencia de esa
pléyade de poetas y escritores, casi todos ellos vinculados al
seminario, en cuyas aulas adquirieron su formación humanística a través
del estudio de los clásicos latinos, guiados por sabios maestros
latinistas, como D. Francisco Fanego. Por eso, cuando en mis
conversaciones por el mundo adelante quería yo reflejar las cualidades
que diferencian a la gente de Mondoñedo de la de otros pueblos, lo hacía
diciendo que en Mondoñedo era normal encontrarse con un molinero que
era poeta, un zapatero escritor o un barbero compositor. Tal era el
nivel cultural y la idiosincrasia de este pueblo. Humanismo y cultura
del mundo clásico que se hicieron presentes en esta comunidad a través
del seminario, a través de la iglesia. Una perfecta simbiosis en la que
la ciudad puso el corazón y la iglesia la inteligencia. Y a la gente a
la que no pudo llegar la cultura, llegó la educación, siempre presente
en el ambiente de la ciudad y que es el sello distintivo que hoy hace
que Mondoñedo sea diferente de otros pueblos.
Cabe, también, recordar la influencia y el calado cultural que
imprimió a Mondoñedo la presencia de las órdenes religiosas que vivían
entonces en la ciudad. Los franciscanos primero, y después los
pasionistas. Su influencia en la cultura de la ciudad no fue de menor
calado. Con sus sermones y sus novenas, con su ministerio y su trato
personal con la gente, supieron dejar su impronta cultural en la ciudad.
Recordar a esa pléyade de afamados poetas, literatos, artistas y
músicos que florecieron entre sus gentes y recrearse en su ilustre
pasado y en el esplendor que tuvo esta ciudad es importante para sus
actuales vecinos. Y lo es para que tomen conciencia de sus valores y
abandonen ciertos complejos para encauzar el futuro con ilusión y
recuperar el papel que jugó en tiempos pasados. El Diccionario
Geográfico Universal de Montpalau, publicado en el año 1783 – y lo cito
como afirmación de lo que digo – nos dice que esta ciudad, situada sobre
los ríos Sisto, Pelourín y Ruzos, tiene una Iglesia Catedral, un
convento de frailes, otro de monjas, dos hospitales y un seminario. Y
contiene, dice, 5100 vecinos. Y 5100 vecinos en esas fechas era mucha
gente, si la comparamos con otras ciudades y pueblos de aquella época.
Pero hay otra faceta muy importante de Mondoñedo que quiero
subrayar por su importancia y singularidad. Me refiero al carácter
acogedor de sus gentes y a su sello de hidalguía. ¿Qué tiene de encanto y
de misterio esta ciudad que - y lo se por experiencia - tan bien sabe
seducir a los forasteros que se acercan a ella?
Se dice de los forasteros que, por una u otra razón, vienen
destinados a esta ciudad, que lloran dos veces. Una de pena al llegar,
por la sensación aparente del ambiente aburrido que se percibe en sus
calles, y otra al marchar, por la pena de tener que abandonarla,
recordando los momentos felices en ella vividos. Y los que se ven
forzados a abandonarla siempre recuerdan con cariño y mucha nostalgia
los días vividos entre el calor de sus gentes.
Y este es el Mondoñedo que yo he conocido en los tiempos que allí
he vivido y que aún hoy sigue ahí como testimonio de lo que digo. Con
sus calles tranquilas, su vida familiar compartida entre todos los
vecinos que, como una gran familia viven y participan de los problemas
de todos. Una ciudad en la que parece que el tiempo no pasa. Una ciudad
en la que nadie es forastero.
Pero el brillante pasado de Mondoñedo no puede quedarse sólo en
historia. Ha de ser un aliciente para despertar en los mindonienses de
hoy las ansias de superación necesarias para encontrar el camino hacia
un nuevo futuro prometedor. La corriente efímera del turismo actual es
una fuente de riqueza muy apreciable, pero sólo con eso seguiría la
ciudad languideciendo. La recuperación de la artesanía de tiempos
pasados, la producción y elaboración de productos ecológicos para los
que dispone de una huerta privilegiada pueden ser los nuevos caminos
para que sus gentes puedan volver a vivir con prosperidad y en sus
calles vuelva a sonar el bullicio de sus niños jugando y la música de
sus rondallas vuelva a oírse alegre en sus calles en las noches de
verano apacibles. Mis votos por el futuro de Mondoñedo.-
Comentarios (1)
• Fecha: Sábado, 31 de marzo de 2007
• Hora: 13:16
Autor: agremon
Está ben iso de acudir á existencia de nenas bonitas en Mondoñedo en relación coas disputas de signo relixoso. Unha lembranza para a Semana Santa ou a relixión moxigata e de mercaderes, algo que da que pensar sobre as ideas en relixión e a posta en practica.
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