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MONDOÑEDO, LA CIUDAD DE LOS BELLOS PAISAJES. José María Rodríguez Díaz (2007)

   Unha entrada na que José María cambia de chip e descomprime despois das eleccións municipais de 2007, cun dos temas que lle produce máis satisfacción: Mondoñedo.

Martes, 29 de mayo de 2007

MONDOÑEDO, LA CIUDAD DE LOS BELLOS PAISAJES

• Publicado por jmrd_ribadeo a las 20:28

Mondoñedo no es sólo la antigua y vieja ciudad formada por el esplendor de su catedral, los encantos de sus bellos rincones, sus piedras antiguas y calles estrechas, la grandeza de sus edificios nobles y antiguos, las hermosas montañas que rodean su valle y la gente amable y acogedora que vive en ella.

Y por si estos tesoros no fueran bastante para atraer y cautivar a los forasteros con tantos encantos, goza, además, de unos entornos de belleza incomparable, irrepetibles en otros lugares de esta hermosa comarca costera.

Al acertado título de Ciudad de los Museos que le asignó el cronista oficial de Foz, D. Jesús Fernández, otros le podrían haber sido otorgados con no menos acierto. La Ciudad de los Poetas, por ejemplo, por el número de tantos escritores y poetas que allí se formaron inspirados por los latines de Horacio y las elegías de Ovidio. O la Ciudad de los Valles, pues es el suyo el primero de una armoniosa cadena de ellos que se van sucediendo hasta la orilla del mar.

En cualquier dirección que se mire, uno se encuentra con parajes de ensueño, formados por la belleza de sus verdes campos y de sus bosques, por los ríos que atraviesan serpenteando sus valles y por las montañas que los rodean. Sin alejarse de la ciudad, basta adentrarse en el Bosque de Silva para disfrutar, a la sombra de aquellos castaños, robles y avellanos, de la calma y del silencio que todo lo envuelve, Sólo interrumpido por el canto de los jilgueros y por el sonido del esquilón de la catedral que se oye a lo lejos, convocando a los capitulares a coro.

Entre sus otras muchas bellezas está esa pequeña arcadia, que es el hermoso rincón de la Fervenza, no lejos de la vieja ciudad, de perfiles salvajes y primitivos. Las cascadas de agua, cayendo sobre sus graníticas rocas, forman en ellas figuras extrañas, pozos y socavones que despiertan sugerentes imágenes que alimentan la imaginación de los jóvenes que acuden allí a bañarse. Un espacio de calma, de belleza y de silencio en el que sólo se escucha a la naturaleza.

Un poco más adelante se encuentra el pequeño valle de Viloalle, escondido a los ojos de los forasteros, que aún se conserva impoluto en estos tiempos de galopante urbanismo. Rodeado por altas y escarpadas montañas, lo serpentea, lentamente, el río Masma. Una imagen de ensueño capaz de despertar la musa del pintor más exigente.

Desemboca este hermoso valle en el mirador de Marquide, desde donde aparece la exuberante belleza del tranquilo y frondoso valle de la parroquia de Masma. Y en medio de el se divisa ese paisaje paradisíaco coronado por el palacio del Buen Aire, hoy en ruinas, esperando su restauración. La belleza de los hermosos rincones de ese valle, formados por el río que lo atraviesa, desde 'Los Pasos' hasta 'La Brava', queda para siempre gravada en el alma de quien los contempla.

Pero los encantos de los entornos de Mondoñedo no están solamente en sus preciosos y apacibles valles. Son famosas por su grandiosidad las vistas panorámicas que se disfrutan desde las altas cumbres de las agrestes montañas que rodean su valle.

Sirvan como ejemplo los famosos paisajes que se vislumbran desde el mirador del canal de Tronceda. Un maravilloso paraje para saborear una merienda, después de un baño en las remansadas aguas del canal, mientras se disfruta de la vista panorámica que ofrece el fértil y verde valle que se asienta a los pies de la ciudad episcopal.

No le van en zaga, tampoco, los grandiosos paisajes que se contemplan desde la cima del Padornelo que, como un león dormido, vela el sueño de la vieja ciudad. Desde su cumbre se descubre una sorprendente imagen de la antigua ciudad y del valle que yace dormido a sus pies.

Y no menos hermoso es el impresionante paisaje que se divisa desde O Fiouco. Desde esa altura se contempla una nueva panorámica, para muchos, desconocida. Desde allí domina la vista todas las cumbres que se levantan en sucesivas ondulaciones hasta la franja del litoral mariñano, sobresaliendo por encima de la suave niebla que, asentada en los valles, las envuelve en las mañanas de otoño. Una imagen inusual y soñadora de la orografía costera en la que se van sucediendo, en descendente ritmo, montañas y valles hasta perderse en el mar.-

José Mª Rodríguez

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