Amosando publicacións coa etiqueta Ángel Alda. Amosar todas as publicacións
Amosando publicacións coa etiqueta Ángel Alda. Amosar todas as publicacións

20250111

LA MUERTE DE FRANCO Y LA DESVERGÜENZA. Ángel Alda


LA MUERTE DE FRANCO Y LA DESVERGÜENZA


Que polémica más absurda sobre si se está celebrando la muerte de Franco o la emergencia de la democracia.

Parece como si algunos tuviesen la mala conciencia de celebrar la muerte. Los únicos que son famosos por celebrar la muerte son los legionarios de Queipo y de Franco. Los demás lo único que celebramos es qué por fin Franco desapareció de nuestro escenario "político" y con ello se abrieron las compuertas de una gran inundación democrática.

Pero las aguas del cambio ya estaban presentes en ese momento.
Parece como si tuviéramos que tener vergüenza por no haber sido capaces de cargarnos a Franco. Creo que los que dimos el callo contra la dictadura no tenemos que tener ninguna vergüenza por no haber llegado a conseguir la derrota del régimen. Hicimos lo que pudimos y algunos mucho más que eso: entregaron años de su vida y hasta la vida misma.

Los que deberían tener vergüenza serían en todo caso los que no movieron ni un dedo a favor de los cambios que prácticamente todo el mundo reconocía como necesarios. Luego muchos de esos neutrales o cobardes se ordenaron de caballeros y damas demócratas. Y hasta se convirtieron en socialistas y casi en rojos de toda la vida.

Por mi ninguna vergüenza en celebrar el cincuentenario de la muerte de Franco. Bien muerto está y hacen bien los que le lloran por lo que perdieron entonces. Hacen lo que les corresponde políticamente.

 Nosotros deberíamos llorar, si acaso, por la posibilidad de dejarles hacer.

Ángel Alda
Enero de 2025

20241107

EL RUIDO DE FONDO. Ángel Alda

EL RUIDO DE FONDO

Ángel Alda

No somos capaces la mayoría de nosotros de detectar el malestar de una enorme cantidad de nuestros conciudadanos y vecinos más cercanos y sin embargo escuchamos con miedo y aprensión el ruido de fondo de dolor y sensación de amenaza de toda una civilización, unas civilizaciones en realidad, que nos llegan transparentes y a la vez confusos por medio de los medios de comunicación, por las redes sociales tan familiares y por el ruido de los patios y las terrazas de nuestras plazas.

Vivimos en el mejor de los mundos privados y a la vez instalados en un enorme malestar social y político que se manifiesta en el deterioro de los sistemas democráticos de gobiernos nacionales y en la inoperancia de los organismos transnacionales y multilaterales. Anegados en el agua que viene por los barrancos inundados y las sequías interminables con el mismo origen: el caos climático. Masacrados en guerras de exterminio o sometidos al miedo poderoso del régimen X o Y. Endeudados por un sistema financiero mundial que a su vez nos permite enfrentar retos monstruosos de obras públicas gigantescas o iniciativas de generación de energía que sabemos que resultarán obsoletas en una generación.

Trump, las guerras de exterminio, la agresión rusa a Ucrania, las amenazas a la paz internacional, los desastres climáticos, el miedo al extranjero y tantos otros fenómenos se confunden en nuestra mente como una espesa niebla imposible de traspasar con la mirada y el entendimiento.

No es de extrañar que con este panorama cada cual busque la forma de interpretar los hechos y ante las dificultad de ese empeño nos apuntemos a la versión dominante en nuestro entorno. Eso o directamente refugiarnos en nuestro pequeño o inmenso mundo privado con los cascos mentales de anulación de ruido exterior.

¿Y cuál será la versión dominante? No hay más que estar atentos. Se llama Trump o cualquiera de las copias nacionales disponibles. Putin, Netanyahu, Milei, Bolsonaro, la señora rubia de acento romano, el gordito de Hungría y las múltiples versiones locales. En nuestro país los candidatos son también muy numerosos y nuestra ventaja es que a la mayoría ya la tenemos muy vista. De momento.

¿Qué dicen las cabezas naranjas de nuestro entorno? Que la crisis climática es un invento diabólico de una mente calenturienta. Que los miles de africanos que llegan a Canarias son delincuentes y violadores. Que las mujeres se pasan en sus exigencias. Y en general que muchos españoles queremos vivir del cuento, okupar viviendas de pobres jubilados y trabajar desde casa por internet mientras nos rascamos la entrepierna por debajo del pijama. Mientras el buen español no hace otra cosa que liquidar impuestos a Hacienda y alimentar a políticos insolventes y corruptos.

La pregunta para muchos es la de siempre ¿qué podemos hacer?

Y las respuestas son pocas. Aguantar, tratar de entender las cosas leyendo a los clásicos y procurar salvar los muebles.

Disfruten de su día a día. O si lo prefieren CARPE DIEM que queda más fino.

20240904

Só para os meus lectores. Letras de Ángel Alda

    Só para os meus lectores. Iso me dixo Ángel Alda cando lle propuxen que o pequeno escrito que deixo a continuación pasara a este blog. E así queda, acompañado das catro fotos que me enviou, pero sen título: pónllo ti.

    Fíjense en estas cuatro imágenes fotográficas que he tomado esta misma mañana en Ribadeo.






    En una de ellas una naranja está insertada en la punta afilada de la verja de un caserón indiano de la calle San Roque. Un observador ingenuo diría que el fruto ha caído del árbol con la velocidad y la fortuna precisas para alcanzar ese final tan llamativo. No digo penoso pues al fin y al cabo el destino de cualquier fruta es terminar cruelmente devorada por una boca o por el paso del tiempo. Pero vuelvan a fijarse y verán que la lanza se ha hincado con tal profundidad en la fruta que uno duda que la simple fuerza de la gravedad haya conseguido ese efecto. Aquí ha tenido que intervenir la mano de algún ente humano buscando un efecto determinado ¿Pero cuál? ¿Que se pretendía? ¿Llamar la atención? ¿Un simple juego? Ustedes me dirán. Conmigo lo han conseguido. Estoy confuso.

      Vayamos a la otra escena. En el paseo del Cementerio.Un vecino plantó un árbol en la linde de su finca. Con el tiempo el árbol, creo que un ciprés, tengo que consultar con mi amigo Matamala, ha crecido como todos los cipreses (*). Buscando la gloria de la altura como escribía Gerardo Diego de los de Silos. Y con esa búsqueda obteniendo un equilibrio de formas sutiles, de geometría natural y equilibrio estético asilvestrado. Pero también, como en el del naranjo, una mano humana ha querido añadir un efecto artificioso. Ha procedido a una poda artística a la que son tan dados algunos jardineros por estas tierras cantábricas a imitación de los jardineros barrocos de los palacios y parques borbónicos. Aunque en este caso el podador anónimo ha encontrado la horma de sus tijeras. El dueño de la finca y plantador del árbol ha considerado oportuno dejar constancia de su disgusto con un texto que es toda una declaración de amor a los árboles y a la lengua gallega. Busquen ustedes el significado de una sola palabra, AGARIMO. El genio de un idioma en el tarro de un solo vocablo. No dejen de recrearse en ese texto.

* Ángel, despois de consultalo, especificoume que que é un tipo de teixo, Taxus baccata

20240804

LAS HORTENSIAS. TÓTEM CANTÁBRICO. Ángel Alda


 

LAS HORTENSIAS. TÓTEM CANTÁBRICO. Ángel Alda

Todos los años en nuestra casa de Ribadeo tenemos Isabel y yo una polémica floral. Ella quiere tener siempre un florero con hortensias. Pero, ojo, tienen que ser hortensias cortadas en los caminos, en las paredes y en los setos supuestamente libres.

Así lo hacíamos desde siempre hasta que en una ocasión una señora gallega de la aldea donde está la catedral más antigua de España, San Martiño de Mondoñedo en Foz, me salió al paso hecha un coctel de pasiones y me insultó en lo más íntimo. Me llamó ladrón, robatumbas y todo lo que se le ocurrió. Desde entonces las compro en el mercado de los domingos a algunos labradores que las venden a precio ridículo. A veces tengo yo que ofrecer precio. Normalmente a un euro.

Para mí que las hortensias no existen en estado silvestre. Que necesitan la mano del hombre entre otras cosas para obtener los distintos toques de colores que las hacen tan bellas y tan distintas.

Le he preguntado a un amigo ingeniero de montes y que pertenece a una ONG que se dedica a enseñar jardines y espacios naturales que piensa de esta polémica y me contesta así:

Efectivamente las hortensias no crecen en estado salvaje y como bien dices jugando con el pH del sustrato se consiguen todo tipo de colores.

Lo que si tengo entendido y comprobado es que las hortensias y saúcos tienen una querencia "mágica" por los sitios antaño receptores del cariño humano. Siempre crecen donde solo quedan ruinas. Quizás ese sea el origen del disgusto de aquella señora.

Seguiremos Isabel y yo con la polémica y seguramente encontraremos un camino de consenso. Solo cogeremos flores en tapias abandonadas y en huertos de amigos.

20240201

¿Qué vamos a comer mañana? Ángel Alda

Bloqueo de agricultores en Francia. Collida de Commons.

 ¿Qué vamos a comer mañana? Ángel Alda

Las huelgas y movimientos del campesinado europeo me tienen consumido el poco intelecto que me queda. Mira si al final de los tiempos la liberación de la humanidad vendrá protagonizada o agonizada por la clase que al entender de tantas generaciones de sociólogos y filósofos ha sido definida como la más retardataria, conservadora e incluso reaccionaria de los tiempos capitalistas.

A bordo de sus máquinas agrícolas, de sus tanques tractores, cruzan carreteras y autopistas como si fuesen sembradoras de asfalto. Los lemas de sus pancartas son lo suficientemente llamativos como para preocupar a los políticos al mando. No piden sino que les dejen vivir de su trabajo. Que menos. Desde el fondo de los tiempos ese sería el llamado de los oprimidos de la tierra. El problema es que parece que la forma de conseguir ese sagrado objetivo consiste en dejar de cumplir los protocolos sanitarios y ecológicos que rigen su sector, en cerrar los mercados a productos exclusivamente locales y tener acceso a cupos de agua crecientes a pesar de la escasez y las sequías.

No se que piensan ustedes pero creo que los ciudadanos afectados algo tendremos que decir. Esperemos que no sea pedir la prohibición de manifestaciones y el retorno al régimen de trabajo feudal. Vivimos en regímenes de democracia deliberativa y de participación abierta y ni siquiera nos tendría que preocupar el desarrollo de acciones callejeras como la ocupación de las vías públicas y el corte de carreteras. No creo que el señor Feijóo vaya a definirles como terroristas.

Anular o retrasar la aplicación de normativas sanitarias en materia de fertilizantes, permitir la explotación irracional de acuíferos o el sobreempleo de recursos hídricos y, para mí particularmente, por mucho que se camufle bajo el paquete de la soberanía alimentaria o el consumo cercano, proceder al cierre de fronteras comerciales me parecerían medidas populistas y hasta criminales. Por ahí no debemos pasar ni por asomo.

No soy experto en la materia pero creo que tiene que haber otros tratamientos del asunto de orden diferente. Probablemente en los sistemas de distribución, en reforma de redes comerciales y en materia de financiación de ayudas. Y puede que más importante todavía sea concebir el sector agrario como un agente social a favor de la fijación de poblaciones en zonas rurales y de defensa de los entornos naturales, del equilibrio ecológico y de los recursos físicos de la naturaleza. Esa es una misión que merece todo tipo de ayuda y de respeto ciudadano. Creo que los sistemas actuales de financiación de la actividad agraria contribuyen poco a esos objetivos. Incluso pienso que en muchas ocasiones conspiran contra ellos.

El populismo agrario que busca la rebaja de los costes laborales como alternativa no debe ser consentido en ningún caso. Atraer personal a la actividad en entornos rurales, mucho más en un futuro en el que la tecnología revolucionará muchas de las formas de trabajo, debe ser una misión que tenga ventajas fiscales y de mejora de las condiciones de vida rural. Las escenas de inmigrantes semi esclavizados deben ser erradicadas.

Como toda reforma tiene su coste y es aceptable que una parte, la que sea razonable por muy elevada que resulte, deba ser asumida socialmente, el camino no puede ser otro que el debate social abierto. Me temo que las autoridades políticas, mucho más en el tiempo electoral en el que entramos, prefieran resolver el pleito a toda prisa mediante mecanismos de nuevos subsidios que lo único que consigan sea reproducir el sistema actual de compensaciones al sector.

Por supuesto que la pregunta inicial ¿y mañana que comemos? tiene mucho que ver. Al final todo empieza y termina con los usos y costumbres alimenticios de nuestra población. Comemos muy mal, con dietas grasientas y azucaradas que nos van a llevar a sufrir epidemias y enfermedades difíciles de enfrentar y que a su vez permitirán grandes beneficios a las industrias farmacéuticas con costes sociales y económicos imposibles de asumir.

Como ven tenemos un buen panorama y me temo que nos va a faltar sentido común e inteligencia para enfrentarlo.

Que por lo menos Dios nos pille bien alimentados.

20230906

Mapas de Ribadeo? Mapas de Vilalba?

    A través de Ángel Alda remata de chegar a min unha ferramenta que coido que a moita xente lle gustará ao menos para darlle unha ollada, polo que decidín facer unha pequena entrada con esa causa.

    A ferramenta é a que dá acceso á colección de mapas de David Rumsey, e a mellor explicación de uso é probala. No caso de Ribadeo, a través dos 286 mapas que contén para a referencia. No caso de Vilalba, máis de 500, pero ó contrario de Ribadeo, con nome único, 'Vilalba' ou 'Villalba' hai uns cantos, e a maioría dos mapas non pertencen a Vilalba de Galicia.

Captura de pantalla


20220306

DICEN QUE LA PALABRA UCRANIA SIGNIFICA BORDE O FINAL. Ángel Alda

 


DICEN QUE LA PALABRA UCRANIA SIGNIFICA BORDE O FINAL. Ángel Alda

Cuando el talento no nos da más que para adivinar en seis intentos una palabra de cinco letras es lógico suponer que el crucigrama de la guerra de Ucrania se nos escape del entendimiento.

Los antecedentes no sirven de mucho. Algunos son tan lejanos como las luchas por la paz antinuclear de los años cincuenta. Imposible de rememorar hasta para los más viejos del lugar. Otros hacen referencia a las guerras de la vieja Yugoslavia en descomposición. Creo que tampoco nos sirven. Aquellas eran guerras tribales y civiles que apenas impactaron en la vida cotidiana del resto del mundo. No determinaban crisis económicas ni grandes convulsiones demográficas.
Algunos han querido ver una especie de retorno a episodios de la Guerra Fría pero en este caso uno de los bloques ha decidido no tener presencia directa en el conflicto. Aquellos que se empeñan en ver la mano de la OTAN se ven obligados a hacer encaje de bolillos para reflejar la sombra de los años que tan bien retrató John Le Carré, recién desaparecido.

Si los antecedentes no ayudan tampoco lo hacen los propios acontecimientos. Tenemos una narrativa del conflicto llena de imágenes y de sonidos caóticos y espectaculares pero que sirven para acreditar poca cosa. No vemos imágenes de enfrentamientos militares ni de frentes de guerra directos. La información se centra fundamentalmente hacia el impacto migratorio en las fronteras exteriores de Ucrania con Polonia y Rumanía y hacia las movilizaciones internacionales contra la guerra. Por no hablar de la abundancia de informaciones falsas que han obligado a crear un nuevo formato periodístico dedicado a su denuncia. Todas las grandes agencias y muchos servicios de prensa de nuevo tipo están presentando productos relacionados con los bulos. Ojalá la prensa de desmentidos tenga futuro.

Hay un acuerdo amplio o un relato mayoritario que entiende que la aventura rusa no está siendo todo lo rápido que los propios rusos esperaban y que la resistencia ucraniana es mayor de la calculada por los agresores. También alcanza gran crédito la idea de que el coste político para los rusos de su aventura es mucho mayor del previsto. Lo hemos visto en las Naciones Unidas de una forma transparente. Otro consenso informativo y político se mueve en torno al impacto económico sobre la economía mundial. Mucho más amplio de lo que el más pesimista de los observadores calculaba. En términos de energía, de comercio y de implicaciones estratégicas. Y puede ir a peor.

En cuanto a la interpretación popular del acontecimiento el mundo se mueve entre el espanto y la estupefacción. Esos sentimientos son poco propicios para despertar el entendimiento sino más bien para provocar histerias y paranoias. De las dos cosas estamos bien sobrados. Ardores guerreros y pánicos no parecen un buen escenario para obtener buenas respuestas sociales ante la crisis que se dibuja en el futuro inmediato.

El peligro más evidente que yo veo es que surja una especie de resignación, de acomodo que dé lugar a una escalada enloquecida del conflicto que elimine las posibilidades de encajar soluciones parciales o temporales que den tiempo a arreglos diplomáticos de fondo. Existe una posibilidad diabólica de guerra total por mucho que eso nos haga volver la cabeza. Las guerras mundiales siguen presentes en nuestra memoria colectiva. Ni siquiera el espanto nuclear, en determinadas situaciones, sería un factor disuasorio. No acabamos de salir de la crisis económica global ni de la pandemia del Covid o de enfrentar la crisis climática y la energética sin costes de liderazgo y detrimento de la capacidad de respuesta política internacional. Los puentes de diálogo están rotos y la dinámica de los hechos alejan muchas posibilidades de encuentro. Se buscan perdedores y ganadores y en ese camino no se duda en ofrecer al pueblo ucraniano el heroico papel de David ganador en una lucha imposible  y al pueblo ruso el de Goliat humillado, el de matón de barrio derribado.

Es por eso que uno piensa en las eternas categorías de la lucha por la paz. Que se inspira en nobles estrategias de solución de conflictos. Y que pide que nadie entre nosotros desprecie las posibilidades de crear un mundo nuevo sin necesidad de ofrecer las ruinas del mundo presente. Cuando solo queda confiar en eso es que ya hemos llegado al final.

Que Dios nos ampare.

20210822

VERANO DEL 21. Ángel Alda

Espléndida foto original de Nacho Samper del doble faro de la Isla Pancha que da entrada a la ría de Ribadeo. Todo un resumen del paisaje y del clima del Cantábrico.

VERANO DEL 21

Dicen que llegó el verano. Son solo rumores que propagan los voluntariosos amantes boreales de estas costas cantábricas que lindan con Inglaterra mar mediante. Es cierto que desde hace algunas lunas reina el viento nordés pero las nieblas matutinas de duración imprevisible y las que llegan al ocaso para facilitar las actividades fotográficas de los amantes del atardecer nos tienen sometidos a un tiempo atmosférico al que difícilmente podemos adjudicar en puridad el nombre de verano o de cualquiera de sus sinónimos como estío o la calor.

Situación benéfica para los peregrinos del Camino que este año son legión por estas latitudes. Apenas ha llovido y deambular a 18/20 grados de temperatura es un placer de dioses. Placer negado a los viajantes por las tierras del camino francés que este verano han debido pasar las de Caín. Nada que extrañar por eso que los científicos anticipen que en el futuro la única región confortable de España desde el punto de vista climático será la cornisa cantábrica desde la que escribo esta crónica. Tampoco es sorprendente que esta temporada mi casa de Ribadeo se haya convertido en un refugio climático para todo tipo de familiares, amigos y demás gorrones, perdón, gorriones.

Las higueras, árbol que rinde culto al verano, ya han despertado y trabajan los olores con precaria intensidad pero dignamente. Y la temperatura del agua de mar ya está cercana a los veinte grados que para estas alturas ya es batir el récord, aunque dicen los entendidos que con el nordés habrá un intercambio de fluidos fríos y cálidos que llevarán la temperatura a los dieciocho, tal como si hubiesen puesto a remojar unos cuantos icebergs entre Estaca de Bares y Cabo Peñas. A veces cuando veo navegar de pie, montados en sus tablas, a los surfistas amantes de esa especialidad de la pala polinesia, me pregunto si no lo harán encima de una placa de hielo.

Los gallos del convento de las clarisas cantan a rebato a cualquier hora y los hermosos mizifús de la bajada de Mirasol se van atreviendo a asomar los bigotes por la calzada una vez que el tráfico rodado se encalma al caer de la noche. Hablando de clarisas, siguen con su obrador de repostería pero han concedido la venta a la Casa das Letras. Hemos perdido la magia del torno. En Galicia se pierden de año en año un par de mitos y alguna que otra leyenda. Las cosas de la modernidad. Menos mal que contamos con la obra de Cunqueiro para rescatar las viejas leyendas y unas cuantas más de rebote creativo.

No ha sido fácil soportar este mes de agosto el desfile masivo de turistas de paso por el pueblo a la busca de espacio para aparcar sus cada año más amplios vehículos. O sortear las esquinas repletas de bullicioso público consumiendo empanadas y helados. O competir con los mismos para ocupar mesa en terrazas o tabernas. Mesas muy restringidas para cumplir las ordenanzas del gobierno de Santiago del señor Feijoo, nunca se donde poner el acento. La hostelería ha estado, y está todavía, revolucionada y en combate con la autoridad competente. Pero, en confianza, las empanadas de Torviso, el pulpo del Villaronta y los pescados salvajes y postres de Casa Vicente siguen en estupendo estado de revista. Yo creo que los diferentes circuitos de veraneantes han sabido gestionar con alegría sus conflictos crecientes. La gente tiene ganas de moverse. Incluso los pacíficos y tradicionalistas residentes temporales han podido mantener sus manías favoritas. El golf de Tapia, el descubrimiento de nuevas rutas ciclistas o la mejor forma de sustituir el ya despreciado arroz con bogavante.

Hemos tenido un público muy especial y que en el futuro para lo bueno y para lo malo determinarán el paisaje humano de los veranos cantábricos: los caravanistas. No sé qué pensarán ustedes pero empiezo a tener serías dudas sobre la bondad de este sistema de transporte y vivienda. Tantas como sobre la bondad del modelo turístico de las costas del norte. Las Rías Baixas por el extremo sur, Llanes por el centro y Hondarribia en la punta oriental ya parecen sucursales del mediterráneo. Ribadeo, Viveiro, Candás, Gijón, San Vicente de la Barquera y muchas otras villas están a punto de entrar en esa categoría superior, uniéndose al pelotón de las grandes ciudades como Coruña, Gijón, Santander o San Sebastián que figuran en una especie de liga exclusiva desde tiempos inmemoriales. Quedan en la reserva la Costa da Morte, algunas comarcas de las Rías Altas, el Occidente asturiano y pare usted de contar. Alguien debería pensarlo bien y encontrar las fórmulas para acomodar el turismo a las necesidades y potenciales de unos pueblos envejecidos y exhaustos con escasa capacidad de volcar su vida al comercio y la industria del turismo. Y un urbanismo pendiente de dar salida a la recuperación de sus cascos históricos o resolver los daños de la era del feísmo y la sobreexplotación inmobiliaria antes que a intentar generar nuevas ciudades para el turismo de temporada. No es por señalar pero pasear por algunas áreas gallegas llenas de proyectos turísticos abandonados sigue siendo un espectáculo deprimente. Organizaciones locales pequeñas y con escaso poder, enfrentadas, además de a estos retos históricos demográficos y de desarrollo, a nuevas realidades como la pretensión de convertir sus cumbres en parques eólicos gigantescos sin recibir la compensación adecuada y sin conocer derivadas negativas de ese monocultivo. O a presiones para instalar industrias no queridas cerca de las grandes ciudades. Nuevos problemas, tanto como nuevas oportunidades.

Por no hablar de otros elementos como la ignorancia de tantos dizque turistas que se enfadan porque los gallegos hablan en gallego. Resulta que vienen entusiasmados a conocer riquezas naturales como la famosa playa de las catedrales o monumentos humanos como la catedral de Mondoñedo y no son capaces de valorar la importancia de un idioma en el que se escribieron las Cantigas del rey Alfonso o los Cantares de Rosalía. No somos conscientes muchas veces del choque cultural que representa el fenómeno turístico de masas. Hablamos mucho de innovación, de factores económicos o de infraestructuras pero muy poco de los factores culturales. Llevo años observando el fenómeno de la existencia de un doble circuito cultural, una doble oferta institucional en los pueblos turísticos de Galicia. Uno hacia los públicos turísticos y otro hacia el personal local. Me parece un derroche de recursos cuando no una segregación intencionada.

Cada verano tiene sus afanes culturales y literarios. Cuando más echamos de menos el piano de Leopoldo Erice nos llega el milagro de haber podido disfrutar de un prodigioso concierto de Javier Perianes gracias a la esforzada y meritoria organización del Festival Bal y Gay.

Y así, llegamos a la vuelta del camino. A disfrutar de unas semanas finales sin el agobio de las masas turísticas.

Con su permiso.

Ángel Alda.

20210817

LA NIÑA QUE CONTABA OLAS. Ángel Alda

LA NIÑA QUE CONTABA OLAS


Antes casi de saber hablar la niña contaba olas con piedras de la playa. Una ola pequeña equivalía a una piedra pequeña. Si la ola llegaba fuerte la piedra que correspondía era grande. Con el mar en calma le costaba mantener la atención pero había inventado el recurso de coger un puñado de arena e ir formando montoncitos.


Aquel trabajo infantil que tanto evocaba el de San Agustín en las playas africanas de su infancia no era extraño para su familia. Una vieja tradición invitaba a la niña a tomarse la labor con madura responsabilidad. Aquel había sido el primer juego que le enseñó su madre en aquellas playas inmensas de la bajamar del norte. Y su madre al enseñarle el juego no hacía más que repetir la historia que había marcado su propia infancia.


Su madre al final de la estancia en la playa le daba el resumen aritmético de la jornada. Veinte piedras grandes, cincuenta y dos pequeñas y el montón de arena debe equivaler a una media hora de calma. Su madre apuntaba en un cuaderno los datos. Al final de las vacaciones hacía el resumen. El cuaderno de este año vendría a sumarse al baúl de los cuadernos que atesoraba desde niña y antes que ella su madre. Ni un solo año había dejado de cumplir las órdenes del sueño que aquella había tenido de niña en el largo verano del 36.


El sueño de contar olas hasta el final de los tiempos.

20210804

SER MADRE. SER MUJER. Ángel Alda


SER MADRE. SER MUJER.

Exposición fotográfica en el Fuerte de San Damián de Ribadeo. Agosto de 2021

El verano, las vacaciones, son tiempos propicios para la sorpresa. Tienes la mente muy abierta a las sensaciones y los sentimientos se despiertan con mayor facilidad. Y luego hay coincidencias. Un amigo te pone por delante de los ojos una colección de fotografías que despiertan emociones únicas. Fotografías de África. De Senegal, para ser más exactos. Y detrás de las fotografías se te muestra un mundo del cual apenas tienes noticia. El drama de la maternidad en las áreas rurales del continente que llaman del futuro. Embarazos y partos en condiciones nefastas de higiene. Tasas de mortalidad materna inimaginables que ponen en cuestión el orden económico y la justicia de este mundo. Añadan a eso el drama del maltrato a la mujer. La tragedia de la mutilación genital ritual femenina. Los matrimonios forzados. La inexistencia de formación sexual de la infancia y la juventud. Y sigan contando. La malnutrición, el cambio climático. Para que más.

Fotografía, África, Derechos Humanos.. Un cóctel al que no te puedes sustraer ya que son temas que te apasionan de siempre.

Les estoy contando cómo una exposición fotográfica a favor de una ONG dedicada a enfrentar ese específico drama de la maternidad precaria viene a conmover tus plácidas vacaciones. Se inaugura mañana en el Fuerte de San Damián en Ribadeo, una fortaleza defensiva del siglo XVI que es todo un ejemplo de la arquitectura militar de aquellos siglos en los que las costas cantábricas eran objeto de enfrentamientos navales entre las grandes potencias. En la misma entrada de la Ría.

La ONG se llama Ser Madre. Ser Mujer. Una iniciativa de un grupo de mujeres españolas profesionales de la salud con la misión quijotesca de ayudar a las mujeres africanas a enfrentar en las mejores condiciones posibles su maternidad. De momento están trabajando en Senegal, en el entorno de clínicas y maternidades de algunas áreas rurales del país. Tienen más información en la web https://www.sermadresermujer.org/

Las fotografías que son el vehículo para dar a conocer el proyecto humanitario son obra de Nacho Samper y Nacho Carballo. No es fácil acertar con el estilo. Huir de la truculencia o del exotismo y ser capaces de ofrecer imágenes compactas, sólidas y humanistas, de trasladar la fuerza de los rostros de mujeres jóvenes, de niños y de la vida cotidiana de las comunidades rurales y de las precarias maternidades solo puede ser obra de grandes personas tanto como de excelentes profesionales de la fotografía. Objetivo logrado.

Pero la exposición tiene que servir para remover conciencias y para comprometer. La ONG necesita socios. Necesita obtener recursos. Háganme el favor.

Ángel Alda

20210622

EPILOGO FINAL. Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda

Puerto deportivo de Ribadeo

 
   Llega el momento de la despedida. Más de un año de crónicas diarias o semanales me han permitido mantener un diálogo con amigos y amigos de amigos. Pero también un diálogo con la realidad, con los paisajes del día, con los dramas y las alegrías de tantos. Fruto de ese convivir y pensar ha sido el libro Diario de un confinado en Olavide. Y como los seguidores de estas notas saben, el Diario que terminaba justo con el final del confinamiento tuvo que reabrirse cuando al autor le llegó al alma volver a ser confinado al llegar con los primeros compases del verano a Ribadeo, su lugar de vacaciones. Las crónicas ya no eran diarias, sino semanales. El cierre final coincidió con otro momento particular. Resulta que me vacunaron. Y este epílogo no es más que el broche, la guinda de lo que puede resultar una edición completa y en libro del Diario. Y curiosamente termino de escribirlo en el mismo Ribadeo. Para que todo cuadre.

   Han sido muchas las veces de ponerme a cerrar este punto y final. Aprovechando los primeros viajes fuera de casa. Con la intención de encontrar una voz digna de una despedida con mis amigos lectores. El primer viaje fue a la Sierra Norte de Guadalajara. Creí encontrar un acento bucólico, serrano para el adiós. Contemplar esas enormes extensiones de piedras pizarrosas, de campos plenos de amapolas y de horizontes definidos por la despoblación daban al borrador un tono desesperanzado, un aire noventayochista. Pero también con la ilusión de pensar que tenemos mucho que hacer. Que hay una vía verde para reconstruir el país. Un proyecto de reforma económica que ponga el valor en la calidad de vida. El aire, el agua, la energía verde. Al final dejé de escribir y me conjuré para buscar otra letra y otra música que no estuviese tan influida por la dulzaina y el tamboril.

   Luego tocó viajar al Mediterráneo. Una semana en Alicante. Encuentros familiares en la finca de mis primos. Carreteras y calles que forman una malla indescifrable. El horizonte, la línea del cielo de ciencia ficción que supone la visión de Benidorm desde las alturas de la AP7. La visita a Jávea para ver a mis queridos cuñados de Jesús Pobre, el pueblo con el nombre más evangélico de España. El chapuzón en las aguas. Los arroces y buenos vinos de moscatel. Demasiado caos visual y emocional para acertar con el tono, para mover el pañuelo de la despedida nostálgica. Me dio por pensar en la industria turística. En la trampa que nos encoge el futuro económico. Ese gatuperio de negocios inmobiliarios, hosteleros, de camareros y albañiles. No.

   En estos tiempos muchas veces pesaba en mi ánimo imaginarme la estancia en una cama de hospital de alguien cercano. Otras la alegría de saber de la recuperación de un amigo o un familiar. Realmente es un espanto darse cuenta lo fácil que hubiera sido que la infección te llegase a ti. Una cuestión de suerte. Suerte mulana que nos decían en el viejo Sáhara español los compañeros nativos del territorio.

   Mientras tanto el mundo ha cambiado de base y parece como si un ciclón hubiese puesto el escenario patas arriba. Por primera vez en muchos años se habla del riesgo de inflación o vemos cómo los bancos centrales emiten moneda para financiar la salida de la crisis. O, más difícil todavía, contemplar como los grandes gobiernos neoliberales del mundo recomiendan subir los impuestos. Cosas veredes, amigo Sancho. Frase que por cierto y como casi todo el mundo ignora nunca escribió Cervantes.

   Durante unos meses nos hemos concentrado en el drama de la pandemia. Poner la atención en un tema nos permite estimular la creatividad, reflexionar correctamente y entender los acontecimientos. Superada la prueba retornamos al caos. Al baño en realidades confusas, múltiples y heterogéneas. Con lo que la atención se pierde. Somos objeto de todo tipo de manipulaciones pues apenas podemos concentrarnos. Nuestras cabezas bullen. De miedos, de incógnitas o de aburrimiento. Es lo que nos pasa cuando entramos en Netflix y nos bombardean con infinitas ofertas de nuevas series o películas. Nos abruman. Nos intoxican con novedades. Crean en nosotros una especie de angustia existencial por perdernos algo, al final escondido. De ahí la llamada a los amigos. La petición de recomendaciones. La autonomía, la libertad personal resulta que no sirve para nada. Por cierto, ya que estamos, no se pierdan una serie que se llama Mare of Easttown o algo así. Y otra que se titula Fragile. La primera en HBO. La segunda en Filmin.

   Y en España pues ya saben. Seguinos enrollados con asuntos menores sin capacidad para hincar el diente en proyectos de transformación necesarios y viables. El ruido del indulto, las facturas de la luz y esa promesa evanescente de los fondos europeos que nos van a salvar el futuro. O, todavía peor, embarcados en pleitos como el de las terrazas en la calzada que tenemos en Madrid envenenando nuestras vidas. Me van a creer si les digo que ha sido este año la primera vez que marcho de vacaciones con la sensación de ir al exilio. Un exilio agradecido y confuso. Cómo abandonar el frente derrotado pero vivo. No se si me entienden.

   De esta pandemia vamos a salir todos perdiendo. Algunos más que otros, cierto. Pero creo que ignoramos el valor principal de la pérdida. No es tanto el precio en vidas humanas. Ni en economías. Puede que ni siquiera en deterioro de los servicios públicos a pesar del enorme impacto que está teniendo en la atención sanitaria por ejemplo o en el retardo en la formación de una generación de estudiantes y alumnos de todos los niveles de la enseñanza. Creo que la peor pérdida es la de la confianza social. El grado de desconfianza hacia las instituciones públicas, hacia el mundo empresarial, hacia la información y la comunicación social. Desconfianza comunitaria. Ha crecido de forma bestial la demanda de control policial. Todos queremos que controlen la enorme cantidad de infracciones que nos hemos inventado forzosamente. El invento del policía de balcón ha venido para quedarse. Nos va a costar normalizar las relaciones.

   Espero que una nueva generación sea capaz de recuperar el tejido vital de las relaciones vecinales. Dar valor a la diversidad. Respetar al diferente. Defender al débil. La mía, mi generación, ha pasado a mejor vida.

   Desde mi largo verano casi boreal, ese momento español en el que empieza el verano y aquí, en Ribadeo, vamos camino del otoño, reciban un abrazo de este que les quiere y recuerda.

   Ángel

20210507

DE LA EPOPEYA AL SAINETE. Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda

 

Fuentecilla de la calle Toledo

7 de mayo de 2021

"Mi intento es escribir cosas útiles a quienes las lean y juzgo más conveniente irme derecho a la verdad efectiva de las cosas que a la representación imaginaria de las mismas, porque muchos han visto en su imaginación repúblicas y principados que jamás existieron en la realidad".

Maquiavelo

    El Diario de un confinado en Olavide tiene ya los días contados. El día 9 con la finalización del Estado de Alarma se agota un ciclo histórico de penurias y sacrificios que nos ha dejado, solo en España, un balance terrible de pérdidas en vidas humanas, un grave deterioro en la calidad de vida y de los servicios sociales y un coste político de difícil cuantificación en forma de división, desconfianza y daños en la misma estructura física y mental del poder del estado. A partir de entonces y salvo una vuelta atrás médica en el gobierno mundial de la pandemia, lo previsible es ir recuperando la normalidad. La vieja o la nueva normalidad. Puede que más lenta y más deforme de lo deseado. Pero eso ya lo iremos viendo.

   El caso es que con este escrito y un epílogo a escribir próximamente la tarea que me había impuesto: contribuir a mitigar, a endulzar, con palabras, ideas o recuerdos a mis próximos, se acaba. Quedará el registro digital de estas notas y un libro de recuerdo. Por supuesto que tengo la intención de inventarme otra aventura literaria para el futuro inmediato pero primero necesito recuperarme del esfuerzo. Todo esto empezó con un período de encierro y parálisis social y vecinal que caractericé como epopeya. Y siento que con las elecciones madrileñas, salvando las distancias temporales y de entidad que ambos episodios tienen, termina como un sainete. Pero así se vive la historia.

   Pasaba por la calle de Toledo al día siguiente de las elecciones madrileñas y me fijé en la inscripción de la famosa Fuentecilla, aquel monumento que Mesonero Romanos describió como "desdichada fuente a la que nadie osaría llamar monumento como no fuera monumento fúnebre del buen gusto". A Fernando VII el Deseado reza la inscripción. El rey Felón. Aquel que al entrar en Madrid después de la guerra de la Independencia le desmontaron el tiro de caballos de su carroza real y unos esforzados vecinos de la villa se unieron a el como bestias de carga mientras a coro los madrileños gritaban Vivan las Cadenas.

   No era gratis aquello ni el pueblo se había vuelto loco. Simplemente creían que con aquel gesto se abandonaban los tiempos de guerra y de miseria y que volvería el esplendor a la corte. Hoy estando en una situación totalmente distinta, pero con cierta semejanza desde el punto de vista de un final de ciclo pandémico, el pueblo de Madrid ha expresado sus querencias políticas con el mismo vigor interesado. Ha querido conjurar los tiempos de carencia con un formidable Biva la Libertad. Otra cosa es que no nos guste ese perfil egoísta, el sálvese quien pueda, el vivo al bollo o el aire bullanguero y chulesco del reclamo de libertad y de vivan los bares, qué lugares. Vivimos instalados en la fase final de una pandemia que se alarga. Nerviosos, con deseos de cerrar el libro, de olvidar el trauma. No es fácil para los políticos moverse por este escenario. Sus técnicas de apropiarse del conocimiento, la famosa demoscopia, fallan cuando hasta el propio ciudadano duda. Solo la intuición o una nueva forma de captar la realidad emocional te permite sintonizar con la mayoría social. Y sólo el diálogo constante con tus públicos te autoriza a interpretar esa realidad cambiante, esa madeja nerviosa de deseos, de frustraciones y de creencias. Añade el efecto de bronca contra el gobierno de turno- razones de sobra como la gestión de los ertes, del paro y de otros servicios sociales- y la necesidad de recibir un masaje de optimismo y tienes el escenario de fondo.

   No suscribo la teoría que tantos, muchos en mi entorno, suscriben sobre el Madrid Facha. Llevamos décadas con el PP obteniendo buenos resultados electorales en esta comunidad y hemos visto desarrollarse políticas económicas y sociales neoliberales y restricciones presupuestarias que afectan a los sistemas de solidaridad o intentos de reducir o perjudicar políticas en el terreno de la igualdad de género o derechos de la mujer y de los colectivos LGTB, pero nunca, quitando episodios muy puntuales como los del concejal Matanzo, políticas restrictivas de la libertad que a mí modo de ver son las identificables con el fascismo. El PP representa al voto de derechas de toda la vida, el conservadurismo social. A veces con un perfil tradicionalista anticuado y a veces con un casticismo madrileñista de zarzuela. Y en la actualidad con un toque populista y hasta trumpiano y una modernización neoliberal, de estado mínimo y bajos impuestos que tan bien supo representar la señora Aguirre. El PP es fundamentalmente un partido de orden al servicio de las empresas amigas y que a muchos nos resulta tan antipático como a sus partidarios les resultamos los progres o izquierdistas. Creo que el concepto facha es muchas veces una forma de ocultar defectos propios, una vía de escape. Otra cosa es lo que pienso de Vox, pero eso ya es otro debate. El caso es que Vox ha quedado sepultado en la inoperancia en su feudo más importante. Han perdido más de la mitad de los votos recibidos en las generales. Es un consuelo. Han tenido oportunidades para centrarse tal como lo está haciendo Salvini en Italia y demostrar más cintura política que su compañero de cama, el PP, y dejar a la señora Ayuso a los pies de los caballos pero no han tenido valor. Se han dedicado a hacer el gorila cuando todo el mundo sabe que a ellos lo que les va es el tradicionalismo español de boina roja y mantilla negra de toda la vida, misa diaria y desprecio al pobre. Ahora prometen portarse como amigos de la casa cuando no van a compartir con ellos ni las cañas. Su apuesta es condicionar al PP y visualizar la debilidad de la derecha cobarde. Creo que con las elecciones de Madrid han cometido un error fatal, se han dejado robar la cartera de las esencias. Algunos creen que Ayuso les invitará al banquete del poder. Se equivocan. No les despreciará pero procurará minimizar su peso en la gestión de gobierno. Si acaso procurará encumbrar a algún talento de entre los suyos con el ánimo de dividirlos. Al igual que hará, por cierto, con sus viejos conocidos del centro. Aunque solo sea para rellenar huecos.

   Buena parte de los madrileños votan a la derecha por puro interés territorial, esa es la verdad. Madrid es una fábrica de captación de recursos brutal. Rentas de capitalidad. Inversión empresarial. Inversión extranjera. Recursos públicos. Actividad económica. Turismo de todo tipo. Cultural, gastronómico, tabernario, etc.

   Una economía al servicio de una bomba económica activa. Sin creación de energía ni peso significativo en la industria. Sin otras riquezas propias que la centralidad. Con un desarrollo del sector privado sanitario como en ningún sitio lo que les permite lucir poder hospitalario global. Con un sistema de educación concertada que hace crear sensación de estatus de clases medias para muchas familias y dotarlas de una sensación de superioridad de clase inexistente. Con una concentración universitaria que les permite atraer clientes no solo de España sino de otros países. No es un voto desorejado y fascista como antes detallaba. Hubo un momento en que el discurso neoliberal creado por la inteligencia capitalina atrajo a sectores ilustrados del público. Eso fue Ciudadanos. Hoy ya nadie cree en ese discurso de apariencia reformista y por eso los ya menos jóvenes modernos se inclinan por abrir un restaurante, montar una terraza o dedicarse al alquiler turístico. Y votar la oferta que mejor acompañe al deseo de librarse de los impuestos. Mientras tanto media España se vacía y sus jóvenes vienen a sumarse al carro que con sus ruedas luego pisará los callos de sus parientes que permanecen en la provincia. Y para elevar el confort de esas clases medias traemos a latinos y moros a coger pico y pala o cuidar de nuestros abuelos. Ellos no votan.

   Y mientras tanto una izquierda centenaria llamada PSOE gobierna pensando en los viejos tiempos de los cinturones rojos que ya no existen y negociando con el mundo empresarial y con las burocracias sindicales el gobierno de las cosas y, con las instituciones de los otros poderes del estado, el gobierno de las administraciones y ese porcentaje del PIB que se queda la estructura del estado. Grandes obras públicas, grandes monopolios y el mundo financiero. Sin darse cuenta que esos poderes te consienten en la medida que ganas elecciones.

   Y la otra izquierda alternativa avejentada, profesionalizada, leninista y sin conexión con la gente normal. Viviendo de un discurso mítico que ya no se creen ni sus fundadores. Y encima sufriendo el embate de la crueldad de sus adversarios y de los medios de comunicación que los han elegido como víctimas expiatorias de la crisis.

   Con la excepción que confirma la regla y que anticipa una opción a largo plazo como Más Madrid subido a la ola del ecologismo y de los derechos sociales. Otra cosa es que esa fracción de la izquierda tenga capacidad de articular un discurso y una oferta en el conjunto del país.

   Que no se me olvide. Ciudadanos. Ya está dicho todo. Rellene usted la línea de puntos.

   Y en lontananza la gran crisis. El cisma catalán que será cisma general en otros muchos sitios. Con una UE en precario. Para eso nunca hay tiempo, ni ideas. Si acaso pinceladas de ecología y de agroturismo.

   Nuestros médicos se van. Los jubilados nos vamos a la playa a nuestro chalecito. Muchos ya no entendemos este mundo. Nuestros hijos son muy inteligentes y saldrán adelante. No te digo nada de los nietos, son la leche Y al final como dicen en mi barrio. Los pobres siempre serán pobres. Y el muerto al hoyo.

   A espabilar.

20210502

LA LIBERTAD. Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda

Monumento a Don Quijote de Lorenzo Collaut Valera. Réplica del mismo monumento colocado en Madrid en 1929.
San Sebastián.

 LA LIBERTAD

    La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

Miguel de Cervantes Saavedra

    Democracia, libertad, socialismo, comunismo, exilio, censura, manipulación. Nunca se utilizaron tantas palabras sacrosantas de la liturgia política para una campaña absurda e innecesaria como la de las elecciones madrileñas. Algunos deben pensar que la gente disfruta con ese circo. Creo que no. Lo que está en juego es seguramente muy importante. Se trata de determinar las políticas de salud, de educación y algunas parcelas de las políticas económicas. No trata de seguridad, de orden público, de políticas macroeconómicas, de fiscalidad global, de alianzas internacionales ni en general de nada que vaya a alterar nuestro orden constitucional ni en un sentido ni en otro. Pero tampoco es una campaña tan inocua que se limite a determinar el nivel de atracción de la gastronomía madrileña o el acceso al museo del botijo. Puede que el resultado de las elecciones determine en alguna medida el curso de la política española. Pero puede que ni eso. La derecha está gobernando esta comunidad desde los tiempos del cuplé y que siga unos años más tampoco parece tan importante.

    Ahora bien, las cosas que se oyen, el clima que se adivina de emergencia, de crisis, inventada o no, es preocupante. Es como un síntoma, una fiebre, que señala alguna enfermedad política de cierta gravedad.

    Se reprocha a un sector de la izquierda su falta de querencia, hasta de respeto, a la época de la transición. Sin embargo, no calibramos con el mismo detalle la nula simpatía de una parte de la derecha hacia las izquierdas españolas que contribuyeron al desarrollo de aquel momento político fundacional de nuestra democracia moderna y que junto al sector reformista del régimen franquista lo alumbraron. Los eslóganes de la campaña de Madrid son muy representativos de ese estado de cosas. Se demoniza al adversario de manera brutal. Ayuso ha definido a Pablo Iglesias como el "mismo mal' y eso solo es un ejemplo. Se habla con tranquilidad de mandar al exilio a este o al otro. Y se banaliza sobre la libertad de una manera ridícula. Las majaderías de la señora Ayuso son de parvulario. Y que me perdonen sus amistades. A veces me pregunto si no sufrimos un delirio general sobre el estado de salud de nuestra democracia. Ver a las derechas defender la libertad de esa manera tan poco heroica, tan de tertulia de terraza, tan de música de pasodoble, causa extrañeza. Puede que responda a un estilo de comunicación en boga como el de los programas de televisión tipo reality o a las broncas típicas de los campos de fútbol. Puede que solo sean herramientas para sacar lo peor de nuestras entrañas sentimentales y acarrear votos como el que apalea cal, arena y cemento en las obras públicas.

    Yo que sí he conocido la época de la NO libertad puedo dar fe de cómo era aquella sociedad para que se ajuste el concepto a la realidad de los hechos, aunque solo sea para comparar. Os anticipo que terrazas si que había, no era precisamente esa una libertad secuestrada. Como además me tocó contribuir a la llegada de las libertades pasando por la cárcel y por las comisarías resulta que me avergüenza la banalización de la libertad, la utilización de la palabra como reclamo político. La libertad no existe al margen de otras muchas realidades. No en vano los revolucionarios franceses inventaron aquello de Libertad, Igualdad y Fraternidad. No concibo como en una campaña electoral provincial, a fin de cuentas Madrid es una pequeña provincia, se pueda trivializar la política de esa manera tan desconsiderada.

    Puede que unas pequeñas ráfagas de memoria nos sugieran en qué cosas hemos mejorado y lo importante de saber gracias a qué y a quienes.

Empecemos por la salud. Había pocos médicos y pocos hospitales. La sanidad pública no tenía nada que ver con lo que entendemos por sanidad pública hoy. Había una red de hospitales dependientes de las Diputaciones y de otras instituciones provinciales o locales como los hospitales clínicos de las facultades médicas donde los hubiera. Los hospitales del seguro llegaron poco a poco a partir de los sesenta. Hasta entonces mejor no tener que pasar por un hospital de la Beneficencia. Y la atención primaria se resolvía a través de redes privadas informales con una institución llamada la iguala. Pagabas una pequeña cantidad que te daba derecho a visitar a un médico de cabecera. Luego la farmacia la pagabas aparte y como no había dinero los farmacéuticos de la época se comportaban como los tenderos. Te fiaban. No crean que aquello era mal arreglo. Don Alfonso, el médico de la calle Narváez que nos atendía era como Dios en mi casa. Y Don Medardo, el boticario de Francisco Silvela, el mejor amigo de la familia. A veces pienso que a más de un político le gustaría volver a aquella época precaria. De hecho creo que en lo que respecta a la atención ese es el plan. La vuelta a los mecanismos privados y la conversión de los hospitales en dos redes. Una red privada y otra red de Beneficencia para las clases trabajadoras. Por supuesto con aseguramientos modernizados, con el marketing de nuestra época. La iguala, recuerden.

    La escuela. Si. Existían los colegios públicos. Un orden cerrado. Con flores a María que madre nuestra es. Pompon rutas imperiales y formación militar en los patios. Con enseñar las manos hacia arriba o hacia abajo para que don Raimundo o Don David te machacasen los nudillos o las palmas con la regla o la vara de señalar la pizarra. Y con tu familia aportando un dinero extra para completar los ridículos presupuestos escolares. Se llamaban permanencias. Las permanencias, recuerden.

    Pensiones de jubilación. Las había. Escasas. La ventaja es que la gente se moría a veces sin apenas disfrutarlas. Las huelgas mineras en su momento se organizaban fundamentalmente para conseguir pensiones de enfermedad. Las de viudedad que les voy a decir. La gran mayoría de las viudas tenían que trabajar. Incluso las más mayores volvían a coser para las casas burguesas que las habían tenido de jóvenes sirviendo. La sociedad de los cuarenta y los cincuenta se parecía más a las novelas de Galdós que a las que podamos relatar de nuestros días.

    La vivienda. Varias familias agrupadas en un mismo piso. Habitaciones con derecho a cocina. Muchas casas sin cuartos de baño. Por eso existían las Casas de Baño municipales. Retengan el concepto: Casas de Baño.

   Y libertades. Pues según el diccionario de Ayuso, sí que había libertades. Terrazas, bares, cafés. Ibas cuando querías. Mejor dicho cuando tenías dinero. A los merenderos de Ventas con el calor, con la tartera de las tortillas, a consumir las bebidas. A los cafés de Manuel Becerra, los domingos, un vaso de leche, una taza de café y un tortel o unos churros para repartir. La libertad. Para otras cosas no. Cosas sin importancia como prensa libre, no. O sindicatos. Lo de los sindicatos exactamente tampoco. Había unos sindicatos. Se llamaban verticales. Agrupaban al empresario y al trabajador. Y para ponerlos de acuerdo mantenían a unos funcionarios de pistola al cinto que eran a su vez militantes del único partido existente. El Movimiento. Apunten, Movimiento. Todos agrupados tras el gran líder. Y celebrando el primero de mayo como el día de San José Obrero con una demostración sindical en el Bernabéu. Al mejor estilo de la actual Corea del Norte.

    Y ahora resulta, y es un gran misterio, que la libertad que tantos ansían se parece mucho a la no libertad de entonces. Las permanencias escolares, las Igualas médicas, los guardias de las costumbres, el partido del movimiento, el cara el sol. El tiempo de los señores que hacen lo que les da la gana. Los señores y las señoras del régimen. Que les molesta el parlamento porque no les deja hacer lo que quieren. El tiempo en el que a los huérfanos y niños abandonados se les quiere hurtar el futuro al tiempo que se les ofrecen medallas. El tiempo en el que a quien no está de acuerdo se le señala las puertas de salida.

    Pero puede que exista algo peor en todo esto. Que a pocos les preocupa. Que se haya sobrepasado el punto de despegue del avión llamado política y no tengamos forma de abordar la salida del vuelo. Del vuelo a ninguna parte en medio de una pandemia y de una crisis mundial. Que todo este enredo no sea otra cosa que un juego. Una película para tenernos entretenidos. Una película que acabamos de ver en EEUU con Trump. Aquel señor que decía algo así como que "mañana salgo a pegar tiros en la Quinta Avenida, me cargo a unos cuantos y me felicitan".

    Libertad y barbarie.

    Por esas razones yo el martes voy a votar. Ustedes hagan lo que quieran. Es su libertad.

20210423

CONFINADO Y VACUNADO. Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda

Haciendo cola para la vacuna

CONFINADO Y VACUNADO

    23 de abril de 2021. Día del Libro

    Pues resulta que ya me han puesto la vacuna. La primera toma. Más o menos en el tiempo y forma que se viene anunciando desde hace meses. Y casualmente en el mismo día han anunciado el confinamiento del barrio donde vivo. Una de cal y otra de arena. La historia parece que necesita sus dosis de simetría y se complace en estos bucles mágicos, estas coincidencias paradójicas. Espero que con el segundo pinchazo coincida también el tiempo del final del confinamiento, por lo menos el de mi barrio.

    No pude inmortalizar con un selfie el momento decisivo de la administración del suero salvador, lo más parecido a un acto religioso, a una moderna comunión civil. Prohibieron recientemente las fotografías. Me dijo la enfermera que la gente estaba más atenta al flash que al pinchazo. Me había preparado con mi mejor camiseta de combate a favor de la sanidad pública pero no pudo ser. Para el segundo convocaré a la prensa amiga a ver si con ellos presente rigen las prohibiciones o tienen licencia especial.

    He tardado tres días en saber los límites del encierro barrial dado el perímetro artificioso de lo que llaman Zona Básica de Salud, el territorio que cubre la atención del centro sanitario de referencia. Nada que ver con los límites naturales de una comarca como nos pasó cuando al llegar en Junio pasado a Ribadeo la frontera era tan sencilla de definir como distinguir las aguas de la Ría y el paso del puente de los Santos. El dibujo de la ZBS de Eloy Gonzalo, en confianza Cascorro, se parece más a una mariposa jorobada que a cualquier forma geométrica. He comprobado que puedo caminar mis cuatro o cinco kilómetros reglamentarios siguiendo estrictamente el contorno de la zona pero aún así no estoy seguro. No se si voy a poder cumplir la norma debidamente. En realidad debo ser el único ciudadano preocupado por ello.

    Hablando de vacunas copio el titular de una noticia; 'Los países ricos han vacunado a una de cada cuatro personas y los pobres a una de cada 500". Vamos bien. Creo que no cabe más brutalidad que los hechos. En un mundo global no acaban las pandemias hasta que no acaban todos los focos. Parece que para el verano los mayores de 50 estaremos vacunados. Y si no se cruza por medio un virus mutante debidamente protegidos. Al resto del mundo que le den.

    Creía que esto de la vacuna me iba a poner a cien como a esos seres señores y señoras cuyos bailes post pinchazo inmortalizan en el TikTok sus nietos descojonados de la risa. Por lo menos emocionalmente. Pues no. Tengo una sensación rara. Como cuando estás en una fila de rancho militar esperando con tu plato de aluminio a que te sirvan y no llegas nunca a saber qué comida ponen. Sabes que llegas a tiempo pues estás de los primeros pero eso no es suficiente consuelo ni seguridad. Puede acabarse el perolo o pueden tocar zafarrancho de combate.

    Creo que podremos alternar, ligar y más actos impuros e incluso algunos afirman que hasta salir a la calle sin mascarillas. Pero la mala leche de la pandemia representada por lo privado, el hogar, la pantalla del vídeo y la del teléfono seguro que querrá prolongar su dominio. Mientras no estemos vacunados todos no habrá cambios sustanciales en el mundo. La vacuna solo inicia una transición hacia el mundo de antes. Y no sabemos hasta qué punto el mundo de antes es recuperable. A lo mejor la nueva normalidad nos gusta menos de lo que pensamos.

    El coronavirus ha venido a alterar dramáticamente nuestro mundo. A introducir el miedo en el interior de la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales. A cambiar, no sabemos si definitivamente, las reglas de juego de la política. Brutalmente las sociedades viven en la duda de enfrentar la libertad al logro de la salud pública. Allí donde las sociedades desestructuradas socialmente, pongamos Brasil, están ofreciendo un espectáculo lamentable de abandono y egoísmo o las propias del primer mundo un constante dudar y experimentar distintas formas de enfrentar al monstruo, resulta que las únicas que han logrado éxitos y librar la batalla de la supervivencia al unísono de la economía y de la salud han sido las sociedades autoritarias del este. Esto dibuja un escenario que impone respeto.

    Las izquierdas hablan del futuro. Dicen que quieren construir la utopía. Una felicidad de contornos angélicos, de foto con nubecitas. La derecha mientras tanto celebra el presente, la vida tal como es, el gozo posible. Desde ambos lados de la trinchera se nos escamotea el dolor. Unos porque lo legitiman como tributo al futuro, al bien común, a la sociedad. Otros porque lo camuflan con la fiesta y el carpe diem.

    Y en esa batalla estamos. Un campo de juego que no coincide con la búsqueda de la felicidad. Un pleito estéril para la gran masa de nuestros contemporáneos que bastante tienen con la lucha por el pan de cada día. La derecha no ofrece siquiera linimento para aliviar la desgracia de sobrevivir. Se limita a ofrecerte calles llenas de terrazas desde las que contemplar las luces del carnaval y la música de las chirigotas o en el mejor de los casos una colección de libros de autoayuda para superar el dolor de vivir. La izquierda lo fía todo a un futuro escatológico, a libros de caballerías o a la ética de la liberación.

    Mientras llega el primero y el segundo pinchazo para todos y para cada uno les pido que se cuiden. Y les informo que este boletín deja de ser semanal para pasar a ser lo que mis neuronas me dicten.

    Besos para todas

    Ángel

 

    Posdata

    No les quiero abrumar con los acontecimientos madrileños. A los de aquí porque ya tenemos la desgracia de padecerlos y a los de afuera porque están ya hasta los mismísimos de nuestras aventuras. Ejercer de madrileño en estos tiempos es posiblemente una de las cosas más difíciles de asumir. Pero a los que nos toca vivir en este guión de dibujos animados la cosa se nos está haciendo cuesta arriba. Prometo no aburrirles con este medio hecho tedio electoralista. Pero aprovecho para mandar un mensaje a mis paisanos pidiendo su espabilamiento:

    Desencantados, asaltacielos, puros, honestos, agotados, libertarios, frustrados, cabreados, racionales, disgustados y otras especies de madrileños agitados por el esfuerzo político de aguantar lo que hay que aguantar en medio de esta campaña electoral. Tenéis razón. El voto no vale para nada. Pero el día 4 de mayo VOTA.

    Aunque solo sea para compartir la derrota que tan poco te gusta o la victoria que no te ilusiona. Por solidaridad con los que vamos a perder o a ganar. Los funerales y los triunfos siempre con música y muchedumbres. Son más llevaderos.

    Hacedme el favor.

20210416

HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA. Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda

La belleza de la primavera no nos la puede quitar nadie.

   HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA

    16 de abril de 2021

    Descartadas, es una forma simplificada de hablar, por agotamiento histórico, las grandes ideologías liberadoras del siglo XX, especialmente el socialismo y el anticolonialismo, nos hemos quedado en pleno siglo XXI con dos corrientes principales de la gran política: el populismo, en sus distintas versiones, que apuesta por la construcción de nuevas mayorías más allá de las clases sociales y el liberalismo de vía estrecha que solo pretende mantener el equilibrio de lo que ya existe y el orden predeterminado de las cosas, si acaso con mayor o menor oferta de cambios o de adaptaciones en virtud de cada coyuntura.

Para ello ambas fuerzas nos quieren someter a la creencia mágica de que la política puede conseguir cualquier cosa o en sentido contrario que nada se puede cambiar. Ambas estrategias conducen a lo mismo: la desvinculación de la política, la desaparición de la política como ejercicio democrático de solución de crisis o de impulso transformador.

    Entre Trump, último mago de la ideología del todo puede ser alterado si el pueblo me sigue, y los políticos pesimistas que se limitan a controlar el orden público como última y única razón del poder, de esa estirpe hay varios en el mundo aunque el más llamativo es el presidente de Filipinas, hay un gradiente de posibilidades enormes representadas por la creciente fuerza e influencia del marketing político y electoral potenciado por la inteligencia artificial, el Big Data y las redes sociales virtuales. Otra cosa es la capacidad de esas fórmulas de presentación y de discurso de atraer a los ciudadanos y convertirlos en votantes disciplinados. Trump ha sido el caso más formidable de ejercicio radical de la magia populista. Sus seguidores, hasta el mismo momento de la derrota, parecen haber sido abducidos por un clima de fervor que la humanidad no recordaba desde tiempos medievales. Una parte de la ciudadanía necesita establecer asideros, puntos de referencia, que les otorguen la seguridad que no encuentran en una sociedad en crisis. El liderazgo se entiende religiosamente.

    Mientras tanto las preocupaciones de los ciudadanos van por el lado particular de cada cual, los debates políticos se nutren de enfrentamientos muchas veces gratuitos y extemporáneos. Por eso nacen constantemente pleitos y conflictos con una carga de agresividad brutal que tensionan incluso el orden constitucional. Lo hemos visto de una manera clarísima en los últimos compases del gobierno Trump. Se ha estado a punto de forzar enfrentamientos civiles armados y rupturas de la paz civil. Afortunadamente las bases de una larga tradición democrática de poderes y contrapoderes y la fuerza de una opinión pública sana han conseguido evitar lo peor. Pero nos ha quedado a muchos la idea de que en algún momento el estallido está servido. Bien por ruptura del orden constitucional interior o bien por la emergencia de crisis excepcionales de naturaleza internacional, ecológicas o sanitarias.

    Las agendas de los grandes partidos se separan del "metro cuadrado de la vida ciudadana" como el politólogo español Antonio Gutiérrez-Rubí ha definido con exactitud. Pocos son los que apuestan por incluir la oferta y la acción política en ese metro cuadrado de la ciudadanía aunque hay fuerzas que se empiezan a plantear crear nuevas fórmulas políticas en el marco de lo que algunos teóricos llaman la biopolítica. De ahí el crecimiento de las apuestas ecologistas, de las candidaturas ciudadanas, de las ofertas hiperlocales. Mientras llega el momento nos tocará asistir al espectáculo de broncas diarias sin sentido, al invento de confrontaciones artificiales o a la introducción en la agenda de los medios de comunicación de debates estériles. Las famosas batallas culturales. Ya que no podemos alterar el curso de las cosas importantes limitémonos a cambiar aspectos folklóricos, a inventar debates absurdos. El caso más llamativo es el eslogan de moda de la derecha madrileña: comunismo o libertad. Pero hay muchos más que en asociación con dinámicas de comunicación fraudulentas consiguen crear una atmósfera de enfrentamiento civil y de caos en la convivencia.

    No sabemos en qué medida la epidemia del coronavirus puede alterar la mecánica de fuerzas en la que estamos instalados. El caso de la señora Merkel es muy preocupante. De ser reconocida como una líder capaz de crear consenso social y político a convertirse en un peso muerto por su incapacidad de generar unidad en el esquema federal alemán de gobierno de la crisis de la pandemia.

    Es posible que asistamos a un fortalecimiento del poder de los estados y de la coordinación multilateral entre ellos. Pero también cabe lo primero sin lo segundo y lo que nos traiga este mundo post pandemia sea una nueva era de competitividad y enfrentamiento internacional. La ciencia, el método científico, es usufructuado por los poderes políticos y así es imposible que la gente pueda discriminar qué peso tiene la evidencia científica en la determinación de esta o aquella política. Lo estamos viendo en el baile constante de paradas y arrancadas de los planes de vacunación. En la determinación de las políticas económicas o sociales, etc. Para cada propuesta en positivo siempre nace una contrapropuesta en clave "me opongo". El todo vale se ha instalado en la gestión política cotidiana. En el fondo el "todo vale" es el reconocimiento de las incapacidades del sistema. Es la respuesta histórica a una civilización que tanto ha confiado en la técnica y en el gobierno de los técnicos, en la tecnocracia.

    En España todo esto se plasma de una manera específica, aunque no vayamos a creer que con mayor virulencia que en otros países. Viviendo desde dentro nuestra propia pesadilla tenemos tendencia a pensar que aquí lo llevamos peor. Pero no es cierto. Nos gusta mucho a los españoles machacar siempre sobre nuestros demonios familiares. La supuesta brutalidad política, la tradicional desidia o estulticia de nuestros gobernantes, el conocido sesgo político de nuestros periodistas y tantas otras exageraciones.

    Las cifras sanitarias acumuladas de casi todos los países de nuestra órbita cultural o política se van pareciendo unas a otras. La desgracia económica tiene más que ver con la existencia previa de fortalezas o debilidades características de cada país. Y el ánimo de las poblaciones pues lo mismo. Estamos cansados en todas partes y pasamos del miedo a la euforia a través de todos los estados intermedios habituales. Saldremos de esta y nos meteremos en otras.

    Hay que seguir con el mejor ánimo. Cada semana serán más los vacunados. Se irán abriendo nuevas esperanzas. En algún momento te tocará recibir el pinchazo salvador.

    Hoy puede ser un gran día.

    Besos para todas.

    Ángel

20210409

LA VIDA ES COMO UNA FUNCIÓN DE TEATRO. Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda.

Plaza de Olavide ayer por la tarde. Una familia organiza una merienda infantil de cumpleaños. La plaza convertida en un patio y jardín de urbanización de las afueras. En vez de piscina la fuente.
La vida en las ciudades.

    LA VIDA ES COMO UNA FUNCIÓN DE TEATRO

    9 de abril de 2021

    Mi debut como espectador de teatro fue a los dieciséis años y lo recuerdo como uno de los momentos más extraordinarios de mi juventud. Se representaba una obra de Luigi Pirandello en el teatro María Guerrero. Así es si así os parece era la función. Una comedia mágica, a medias costumbrista, a medias policiaca. Nada es lo que parece a los ojos de unos burgueses que ven su vida alterada por la presencia de un funcionario nuevo en la ciudad junto con su familia. El director era José Luis Alonso, una leyenda del teatro español de la segunda mitad del siglo y sus intérpretes principales eran Manuel Dicenta con María Fernanda de Ocón y el pequeño y orondo, por estatura, Alfonso del Real y otros que ya ni recuerdo. La escenografía era de Mampaso, otro genio del teatro. Todo gira en torno a las especulaciones sobre la personalidad de cada uno de los personajes principales. Lo que dicen ellos de sí mismos y lo que dicen los demás. Hay un clima de encierro, de reclusión, que nos recuerda mucho de nuestras circunstancias actuales. Creo que alguien encontró muchos parecidos en el juego escénico con la película de Buñuel El Ángel Exterminador. La clausura obligada, las relaciones enfermizas de unos y otros, el misterio. El caso es que para un joven impresionable como era yo entonces -lo sigo siendo- aquello fue un acontecimiento. La magia del teatro, vieja frase de circunstancias, llegó a mi como un descubrimiento. Luego ya me he ido retirando del vicio. Pero de aquellos años recuerdo funciones todavía como si las estuviese viendo ahora mismo. El Círculo de tiza caucasiano, Marat Sade, Divinas Palabras, el Jardín de los Cerezos y tantas otras del teatro universitario y alternativo como Castañuela 70. Tanto en Madrid como en Barcelona, ciudad a la que viajaba mucho en aquellos tiempos y en la que tenía grandes amigos muy involucrados en el mundo teatral, en el Lliure iniciático del barrio de Gracia por ejemplo. Siempre tengo la sensación de que el teatro de aquellos 60, 70 y parte de los 80 fue la edad cumbre del arte dramático en la ciudad de Madrid y en España. Por supuesto con sus excesos, dificultades y hasta ridiculeces, que también las hubo. Por ejemplo, me costaba creer en las obras de la compañía sevillana de La Cuadra o en los gorgoritos trágicos de Nuria Espert. A partir de entonces todo fue cuesta abajo o puede que el que fuese cuesta abajo fuese yo.

    Creo que lo que pasó es que la oferta teatral se quedó antigua. La gente joven de mi generación sentíamos devoción por todo aquello que se asociaba con las ansias de libertad, con las emociones. Y ocurrió que la libertad se estrenaba en los escenarios de la vida real, incluso en los mítines de los campos de fútbol, en los festivales solidarios y hasta en el Congreso de los Diputados. Aquella veneración por el teatro y hasta por el cine que hoy llamaríamos culto. Nos tragábamos Bergman, Truffaut y hasta los clásicos rusos con una veneración religiosa. Íbamos a los cineclubs como quien asistía a misa de doce. Aquello pasó a mejor vida.

    A partir de aquellos años de la transición la libertad se empezaba a mascar en las calles, en la política, en la música de los estadios de fútbol. La cultura se abrió a nuevos mundos. Se amplió en mucho su marco de referencia. Se profesionalizó. Era ya contabilidad nacional. Su peso se medía en términos de PIB. Empezábamos a darnos cuenta de las carencias monstruosas en accesibilidad popular a los bienes culturales. La fiebre por construir auditorios, museos, teatros y escuelas de arte dramático, de cine y tantas otras estructuras llegaba hasta los pueblos más pequeños. Si unimos a ello la creación de universidades, una por cada barrio casi, de bibliotecas, muchas menos por cierto, de creación de revistas, editoriales, compañías de ballet y bandas de música, creo que nos empachamos de cultura. Y llegó la inflación, la falta de sustentabilidad del sistema.

    Y entonces. Entonces llegó el desengaño. Aquello no se podía financiar. Los autores, los creadores, los músicos que habían vivido la efervescencia de las movidas decidieron volver a sus cuarteles de invierno y se puso de moda la introspección, la cocina, el mobiliario, el vídeo y las reuniones domésticas. Migramos de las salas de teatro, los cineclubs a las buhardillas o al chalet de la sierra de los domingos. Tus amigos se separaban de sus parejas y les daba por ir a los sitios de moda Y algunos hasta volvían a casa de mamá. El teatro, la magia del teatro a tomar por saco. Y del cineclub ya nunca más se supo. Ya no era de buen tono hablar de la genou de Claire. Era más divertido hasta el Torrente alquilado en los videoclubs.

    El declive nos ha traído hasta los tiempos presentes. Los tiempos de Netflix y de las plataformas. Los tiempos de los grandes eventos. Del teatro musical. Y de los cocineros convertidos en estrellas.

    La verdad es que ya no sé de qué venía yo a hablar en estos papeles. Estoy leyendo con enorme placer los diarios que empezó a escribir Juan Marsé en el 2004 por primera vez en su vida. Casi todos los apuntes terminan de la misma forma: ¿para qué me empeño en esto? Late en todo el libro una especie de nostalgia por la cultura anterior a la transición. Una querencia por la cultura de la resistencia y un oído profundo a la cultura chic de los premios y del espectáculo de la prensa rosa.

    Seguiré. Seguiremos. Me acaba de contar mi editor que ya tiene colocados y distribuidos todos los libros de la primera edición del Diario de un Confinado. Que ha tenido que ordenar una pequeña reimpresión para dar cobertura a una presentación del libro que prepara. Una sorpresa. Veremos. Mi ilusión sería ir a una edición con todos los contenidos creados a propósito del tiempo de la pandemia. Los del primer libro con el encierro diario más los que empecé a escribir con el primer confinamiento perimetral de la comarca de la Mariña de Lugo y posteriormente las entregas semanales que todavía mantengo.

    Besos para todas.

    Ángel

    POSDATA

    Un amigo me hizo llegar un escrito que no tengo más remedio que compartir. Supuestamente está escrito por la persona que en la foto de portada del artículo de la semana anterior posa, desde las alturas de los hombros que la portan, como nueva diosa de la libertad.

    No sé qué credibilidad adjudicar al escrito. Juzguen ustedes.

"Soy Ester, la chica del vestido estampado que va a hombros en la foto de Olmo Calvo. Ni soy francesa, ni estoy borracha en ese momento. Solo estaba con un grupo de amigos celebrando la despedida de soltera de una amiga. Vivo en Leganés y trabajo en una oficina de representaciones comerciales con mi padre y dos de mis hermanos. Estoy terminando la carrera de agrónomos y apenas tengo vida social. Esa tarde justamente había ido a comprar al Corte Inglés algunas prendas que necesitaba, entre otras el vestido que llevo. Mis amigos me habían citado en una terraza de la plaza mayor. No suelo beber. Me sienta fatal el alcohol. El vaso que llevo es de naranjada. Se acaban de cerrar los bares de esa zona y coincide mucha gente en la calle. Gente joven, la mayoría españoles. El ambiente es de confianza, de alegría contagiosa. Alguno pone música en su teléfono y muchos bailan. De repente siento que unos chicos que se han puesto detrás mío tratan de alzarme sobre otro que va por delante. No entiendo cómo lo consiguen. El caso es que estoy incómoda y que quiero bajar pero no hay forma. Grito como todo el mundo. El fotógrafo aprovecha ese momento. En uno o dos minutos el chico que me lleva se cansa y me pone en el suelo. Me agrupo con mis amigas y salimos hacia el aparcamiento subterráneo de la plaza de Santa Ana. Al día siguiente veo la foto. Y no soy capaz de reconocerme. Esa es toda la historia"

    La función de teatro de la vida sigue.