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EL VIRUS DEL CRECIMIENTO. José Mª Rodríguez Díaz (2006)

   Publicado en 'O Cargadoiro', blog de José Mª Rodríguez a día de hoxe xa inaccesible, en decembro de 2006. Cabe sinalar que o núcleo da mesma, a idea base, segue a estar vixente hoxe en día, quince anos despois, pois se ben cambiou a forma, ou mesmo hai fenómenos que contrarestan algún dos feitos que sinala, non pasou o mesmo co fondo. Un problema que, nas zonas rurais e en xeral, nas zonas onde se vai estendendo o despoboamento e as limítrofes a estas, retrasadas no proceso pero que temen tamén polo seu futuro, se une á falta de ideas para a retención de servizos, e con eles, de xente (e viceversa). Unha ecuación complexa que non menoscaba as verbas de José María hai 15 anos.

Sábado, 02 de diciembre de 2006

EL VIRUS DEL CRECIMIENTO

• Publicado por jmrd_ribadeo a las 15:39

En estos últimos tiempos un virus se ha ido desarrollando en la cabeza de muchos alcaldes: es el virus de la locura del crecimiento urbanístico y demográfico en las villas que están gobernando. Están empeñados en que la solución a los problemas de los municipios pasa por crecer cada vez más. Y se ha organizado una competición entre ellos. Se está a ver quien da más licencias y autoriza más urbanizaciones. Las razones que desencadenan esta competición pueden ser varias. Para muchos, crecimiento es sinónimo de progreso, que, según ellos, lleva aparejado el bienestar. A mayor crecimiento, mayor bienestar. El sueño que algunos políticos tienen, como los actuales gobernantes de Ribadeo, es convertir a esta villa en una pequeña ciudad. Creen que los ribadenses van a ser así más felices. Precisamente en estos momentos en que los urbanos, siguiendo un modelo inverso, cansados de las incomodidades de la ciudad, están retornando a la paz de las villas pequeñas y del medio rural. Para otros, entre los que están algunas inmobiliarias y constructores, los especuladores y los regidores corruptos, el crecimiento urbanístico es la ocasión para poder pescar a río revuelto, cogiendo a las truchas desprevenidas.

Los primeros, confunden el bienestar social y la felicidad, bien supremo al que los hombres aspiran, con el dinero, el progreso y el desarrollo urbanístico, olvidando lo que éste muchas veces implica: el inconveniente de tener que compartir los mismos recursos, que se hacen escasos, con más personas: el agua, la luz, las calles, los desag?es, las playas, las carreteras, los aparcamientos y las aceras, en una palabra, todos los servicios limitados de que dispone una determinada comunidad para su uso. Unos servicios que el concejo ha de pagar con el dinero de los residentes habituales, para beneficiar con él a un gran colectivo, que no reside de formal habitual en nuestro concejo.

Los otros, inmobiliarias y constructores, dedicados a negociar con el ladrillo, necesitan y apoyan el crecimiento vertiginoso y feroz a toda costa como base para hacer su negocio, sus grandes fortunas, a costa del sudor del currante y a costa, muchas veces, de la destrucción despiadada del patrimonio tradicional, de los paisajes naturales de que goza la sociedad, logrando así degradar la irrepetible belleza natural que aún queda en el territorio que hemos heredado de nuestros mayores. Y aún hay una tercera razón que explica la opción de algunos alcaldes por el crecimiento urbanístico: la necesidad recaudatoria de recursos, vía licencias, para hacer frente a los ingentes gastos que suponen las nóminas de que ellos mismos se dotan, a la compra de voluntades de los funcionarios por el mismo procedimiento y a las inversiones superfluas de su gestión, concebidas para deslumbrar a la gente, como los monecos de Ribadeo.

¿Pero no se dan cuenta estos alcaldes de que, de seguir por ese camino, se acabará destruyendo lo mejor que tenemos? Un camino que un día, si no se para esta locura, llegará a su fin después de haber destruido toda la belleza y los valores tradicionales que la sociedad había heredado de sus antepasados. Y esta locura parece no tener fin. Cuando ya no quede sitio para construir más, ¿Qué pasará? Porque, de seguir así, a esta mina de oro que es el urbanismo le llegará un momento en que se agote, como le llega a todas las minas. ¿Y después qué?

Se están siguiendo caminos equivocados. Es cierto que la sociedad necesita riqueza para la consecución de sus fines. Pero ese no es el camino. No a costa de vender sus mejores joyas, que son sus recursos culturales y naturales. El progreso y el bienestar de la sociedad de esta comarca han de nacer de la potenciación de la industria y de otros recursos básicos que nos ofrezcan un crecimiento ordenado y sostenible, ajenos a los efectos caducos y secundarios que provoca la concentración de tantas nuevas viviendas residenciales. Pero eso de buscar otras alternativas al crecimiento económico no parece estar al alcance de nuestros mediocres alcaldes. Están obcecados con las licencias y lo que se deriva de ellas. También en urbanismo, hace falta algo que está hoy tan de moda: recuperar la historia. Recuperar el modelo de desarrollo tradicional que tan buen resultado nos dio en la configuración de nuestras villas y de nuestro mundo rural.-

José Mª Rodríguez 

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