20200709

Segunda parte del Diario de un Confinado en Olavide. LA POLÍTICA GALLEGA Y LA LENTITUD DEL PASO DEL TIEMPO. Ángel Alda

El Marqués de Sargadelos muere perseguido por una turba de campesinos y curas. Con su ignominiosa muerte la esperanza en la desaparición del Antiguo Régimen se frustra en Galicia.

LA POLÍTICA GALLEGA Y LA LENTITUD DEL PASO DEL TIEMPO

Jueves 9 de julio

Pasar del Antiguo Régimen a la democracia liberal costó más de un siglo. En algunos países menos. Pero en Galicia mucho más. Algunos, incluso, piensan que el proceso no ha terminado todavía.

La sociedad estamental pervive en muchas actitudes sociales en forma de ceremonias de poder, de preeminencias protocolarias o de actitudes sumisas más allá de las clases. Los clérigos, militares, hidalgos, las autoridades locales, siguen disfrutando de un prestigio social llamativo.

Con la desamortización la clase eclesiástica perdió rentas pero mantuvo una influencia política, intelectual y educativa en el seno del pueblo como en ningún otro espacio del estado. Lo mismo ocurrió con la clase de propietarios de tierras. La desaparición lenta y retrasada de la institución de los foros les permitió seguir ocupando, bien que con menor poder, una relevancia social por encima de lo común. La burguesía local no tuvo nunca la fuerza política ni contó con aliados en la administración del estado, una administración muy lejana y poco interesada en las vicisitudes de aquellas lejanas tierras. El desarrollo industrial que en el XVIII llenó de actividad textil, conservera y herrera muchas de las áreas rurales del país no pudo aguantar la emergencia de la industria moderna de otras áreas del país. Como escribía Castelao "el humo de las chimeneas gallegas procedía solo de los pucheros del caldo". Incluso una experiencia modernizadora como la de Sargadelos terminó hasta con su propia vida, perseguido por los campos de Ribadeo por una turba de campesinos y curas en uno de los episodios más ignominiosos de la historia gallega.

Los campesinos no se proletarizaron. Los hidalgos no tuvieron fuerza ni ganas de convertirse en burgueses. Los burgueses nunca derivaron en financieros porque poco había que financiar. Las ciudades no supieron modernizarse. Y en ese marasmo unos pocos espabilados consiguieron hacerse con el poder político sometidos con gusto a la corona y a la administración civil y militar del estado y fueron capaces de organizar el turnismo de la restauración borbónica como si fuera un predio privado. Dando y repartiendo las mijagas del poder entre unos y otros y organizando un sistema de influencias en la corte del que dependían muchas familias de la buena sociedad gallega día a día más desvinculada de la vida del pueblo y hasta de su lengua. Aquel sistema se llamó caciquismo y en gran medida subsiste en los sustratos administrativos y civiles de la sociedad gallega. Y al que no le gustase el sistema siempre tenía la opción de la emigración. Si había suerte volvía a la aldea con su fortuna indiana y hasta podía incrustarse en la deseable clase de los caciques. El caciquismo no es otra cosa que el aprovechamiento de las debilidades de una sociedad empobrecida y desarticulada.

¿Han superado el examen? Parece que no habrá segunda convocatoria. Creo, mañana lo confirmaremos, que el confinamiento en lo que respecta a Ribadeo va a tener fin.

Mañana me despido de ustedes.

Ángel

1 comentario:

Ángel de Olavide dixo...

Gracias Paloma. Seguramente estaba pensando en los indianos asturianos y santanderinos a los que se les daba muy bien elevar su estatus. Imprescindibles. Eso no existe. Pero se agradece como si fuese verdad.