20210115

CATÁSTROFES Y CIUDADANÍA. Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda

 

Lo mejor de estos días, y me quiero fijar en lo positivo, es la presencia de los vecinos en las tareas de rehabilitación de la ciudad de Madrid.

CATÁSTROFES Y CIUDADANÍA.
   En el mismo día que los pronósticos meteorológicos anunciaban la Gran Nevada que acababa de nacer en América del Norte, las autoridades madrileñas se marcaban un baile, una especie de pavana, ojo corrector no me pongas pavada, con los Reyes Magos de Oriente.

  Algo así como el Titanic en vísperas de naufragio. El espectáculo de la política o la política del espectáculo, ya no se como decir. Hoy el naufragio espectacular de la ciudad está a la vista de todos.

  Perdonen que les hable de Madrid. Muchas veces parece que los madrileños fuésemos las estrellas invitadas de todo sarao. Es cansino. También es cierto que estamos hablando de una nevada inédita hasta para los muy mayores con capacidad de recordar. Nací en un mes de enero de hace casi setenta años. La leyenda familiar dice que mi madre llegó a la maternidad de Santa Cristina al borde del acontecimiento sin la compañía de mi padre que estaba en cama con una grave pulmonía. Nadie pudo ir a verla y alargaron la estancia hospitalaria hasta que las calles estuvieron operativas.

   No es muy común el nombre de Filomena pero con tantos años alguna se ha cruzado en mi vida antes que la Filomena de la Gran Nevada.

   Mi tía abuela Filomena era, como mi madre, natural del mismo Puerto de Pajares. Uno de los lugares con más precipitaciones de nieve de España. Fue la primera de la familia que vino a vivir a Madrid en los años treinta y la que animó a dos de sus muchas sobrinas a hacer lo mismo en los cuarenta. Vivía en la Ciudad Lineal y la llamábamos la tía del pueblo. No creas que era en homenaje a su lugar natal. Era la definición que mejor cuadraba a aquel barrio donde residía con su marido, un trabajador de los tranvías de Madrid que se quedó viudo con unos cuantos hijos a los que le tocó cuidar. Para nosotros eran nuestros primos. Vivían en una casita baja con una enorme, para la visión de un niño, claro, parcela en la que criaban gallinas y mantenían su huerto. Tenían perros, un enorme perro de lanas, y gatos. Para nosotros era una fiesta cada vez que teníamos que ir. Era lo más parecido a un pueblo que podía imaginar un niño de barrio. Era una mujer de carácter, de imponente presencia. Me enteré pasados los años que había quitado de su apellido compuesto García del Pulgar la parte digital. No se si para eliminar el origen noble o por huir de lo feo y vulgar del mismo. Durante la guerra dirigió un economato y no dudó en llevar pistola para mantener el orden.

   Conocí a otra Filomena muy relacionada con la nieve y las montañas. No en vano llevaba Arias de apellido. Si. Los Arias de Navacerrada, mesoneros, esquiadores de éxito y todavía hoy empresarios del invierno. Mis queridos amigos, los hijos de Filo, los hermanos Cuñat, han disfrutado estos días como los niños que un día aprendieron a esquiar antes que a andar.

   Una de las cosas más sorprendentes de estos días, del debate público sobre la histórica nevada, es escuchar, en palabras de periodistas y hasta de políticos, una especie de moción de censura a las tesis de cambio climático. ¿Cómo va a ser cierto lo del calentamiento global con la que está cayendo y el frío que hace?

   Mejor que hablen los expertos con sus propias palabras:

   "¿Cómo combinan frío extremo y calor creciente? La conexión no es directa, pero es indudable. El calentamiento trae consigo un debilitamiento de la “corriente en chorro”, esa corriente de aire que se da en la estratosfera y permite separar las regiones polares de las templadas. Dicho debilitamiento favorece la formación de “vaguadas”, áreas anticiclónicas que se forman debido al ascenso de aire cálido y húmedo. De esta forma, grandes masas de aire frío provenientes del norte entran en contacto con masas de aire cálido y húmedo provenientes del sur. Por un lado se obtienen récords de bajas temperaturas provocados directamente por ese aire frío que cada vez llega a latitudes más sureñas y, por otro, se obtienen precipitaciones históricas, en forma de lluvia o de nieve." Carlos Mataix, Cristina Monge, Fernando Valladares en El País.

   Los acontecimientos extremos van a multiplicarse. Mejor que nos pongamos las pilas. Eso no quiere decir que nuestro país tenga que adaptar los mismos sistemas preventivos y paliativos de países que sufren estos incidentes con normalidad. Pero si merece la pena tener capacidad y mentalidad para responder de manera eficiente a estas catástrofes. Herramientas y movilización social. Empleo comunitario. Redes ciudadanas de emergencia. Y sobre todo liderazgo y no postureo. Justo lo contrario de lo que estamos viendo los madrileños. A seis días del fin de la nevada la ciudad sigue en gran medida paralizada. Esta mañana un consejero de la autonomía aconsejaba 'resignación'. Que gran palabra y que concepto tan precario.

   En maldita hora se me ocurrió hacerme eco en Twitter de una noticia de la Sexta, la Secta como la llaman algunos, en la que se hablaba de graves problemas de gestión de suministros de comida para pacientes y personal del famoso hospital Zendal, asombro del mundo mundial. El mismo director del hospital y un antiguo concejal del PP de Madrid con el que mantengo cordiales relaciones, me negaron la noticia con todo respeto y educación. Pero una turba de usuarios de la red se dedicaron a reproches entre los cuales el más cariñoso era el de miserable. Yo decía que eran informaciones recogidas de un medio. Y, además, cuando pude asegurarme de que eran un bulo me apresuré a desmentirlo y a pedir disculpas. De los insultos, ninguno de mis amables comunicantes se ha apeado.

   Me lleva este incidente, llámenlo anécdota si quieren, a pensar dos cosas. Primero, como somos capaces de tragar informaciones falsas con tal que coincidan con nuestra forma de entender la vida. Y segundo, la brutalidad de las reacciones de muchos a la hora de enfrentar el debate público, la necesidad de señalar al adversario, de marcarlo y demonizarlo. Muy triste y, sobre todo, muy poco saludable. Las sociedades mueren de eso.

   Mucho nos queda por discurrir en torno a las redes sociales y cómo han cambiado las reglas de juego del debate político y social. Pero tendrá que ser otro día.

   Cuidado con el hielo. El de abajo del suelo y el de las cornisas. No sabemos si es peor partirse por debajo o por arriba.

   Besos para todas.

   Ángel

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