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¿QUÉ HACER EL UNO DE MARZO? José María Rodríguez Díaz (2009)

    Unha entrada na que José María desata os seus pensamentos con dúas características. A primeira, home de regras e consecuencias, non pon en dúbida o sistema acatándoo e desviando os males que ve ás persoas e estruturas menores que son os partidos, e a segunda, aínda que non parece querer, escápanselle as súas preferencias aínda por riba das indicacións xerais. Sen estar de acordo nalgunha das cousas que di, unha lectura para antes dunhas eleccións que veñen este mesmo ano por partida dobre.

Sábado, 14 de febrero de 2009

¿QUÉ HACER EL UNO DE MARZO?

• Publicado por jmrd_ribadeo a las 12:19

Se acercan las elecciones de marzo. Frente a esta convocatoria los ciudadanos tienen diversas opciones para elegir: votar a un determinado partido, abstenerse de acudir a las urnas, provocar un voto nulo o votar en blanco. Definirse por una de ellas es algo que pertenece al ámbito de lo personal.

Pero hay momentos en los que uno se ve obligado a abandonar las cómodas posiciones de privacidad en las que mantiene sus opciones personales. Y eso a riesgo de exponerse a las críticas interesadas de algunos y a las manifestaciones hostiles de otros.

En esta larga campaña electoral los principales partidos políticos que concurren en la contienda se encuentran enfrascados en su lucha por convencer a los electores para hacerse con el poder. Su política propagandística se esfuerza en ocultar bajo las alfombras de sus despachos la basura y la corrupción en la que, con pequeños y distintos matices todos están envueltos, hasta pasadas las elecciones, para sorprendernos después otra vez con el aire irrespirable de sus miserias de siempre.

La gran corrupción existente en los principales partidos que se presentan es la prueba evidente de que todos están infectados por el mismo virus, sin que ninguno de ellos merezca ni el respeto ni el voto de la ciudadanía.

Por eso, la amarga convicción que nos invade de que todos conculcan por igual los principios de honestidad e de ética que debe acompañar a la democracia, coloca a los ciudadanos ante una difícil disyuntiva a la hora de votar. ¿Qué hacer? Sólo nos queda como respuesta la rebeldía y el desprecio a esa “casta” corrupta para erradicar la partitocracia y la oligarquía y regenerar la democracia que nos están usurpado. Para quien no ande sobrado de tragaderas los numerosos casos de corrupción acumulados durante los últimos años nos ponen en una delicada situación.

La gran pregunta que nos hacemos es cómo ejercer esa rebeldía contra esos partidos que nos inundan de ineficacia y corrupción, contra los que se suben clandestinamente los sueldos, contra los que derrochan nuestros recursos en lujosos coches y sillas en estos tiempos de crisis y paro, contra los autores de las megalómanas inversiones en el Escorial gallego del Gaiás a costa del sudor popular, contra los que engañan a las personas dependientes con promesas incumplidas, contra los que se rodean de asesores enchufados a costa del dinero de todos, contra el adoctrinamiento ideológico al que someten a la población, contra los que montan chiringuitos con reserva de derecho de admisión para sus “hooligans”, contra el favoritismo y el clientelismo de los cacharros y baltares de hoy, contra los que corren tras los votos de América temiendo no encontrarlos aquí, contra los que se empeñan en imponer el gallego lo mismo que antes hicieran los que impusieron el castellano, contra los que se dedican a arruinar la nación con suntuosos derroches poniendo en peligro nuestras pensiones futuras, contra tanta mierda que nos envuelve todos los días, contra esos mismos partidos que cuando pudieron cambiar la ley electoral no lo hicieron, cuando pudieron aprobar las listas abiertas no quisieron, cuando tuvieron la oportunidad de implantar una justicia independiente no lo intentaron y cuando pudieron acabar con los privilegiios electorales de las minorías nacionalistas se negaron a ello. Continuar con la relación de situaciones de corrupción sería inacabable. Y ante todo esto uno se pregunta ¿qué hacer cuando el uno de marzo de abran las urnas?

Y como aquí, al igual que en Sodoma, también puede quedar algún justo, no faltará quien se decida por el voto útil para poner resignadamente nuestro destino en manos de uno de esos partidos que parezca menos corrupto.

La abstención activa, contra la que por distintos motivos todos los partidos luchan, es una gran tentación en la que, según las estadísticas, muchos van a caer. Pero renunciar a una conquista tan duramente lograda, como es el derecho al voto, como hacen los que no votan por desidia o desinterés, no parece cívico. Como tampoco lo es delegar tus derechos en otros para que decidan por ti. La abstención es un “cajón de sastre” que practican todos los cómodos, los apolíticos y los conformistas a los que tanto les da quien gane o quien pierda. El voto, en esta democracia de mínimos que nos envuelve y degrada, es el único poder que nos queda.

Votar en blanco es otra opción posible para demostrar con ella, por una parte, nuestro compromiso cívico y responsable y nuestra actitud crítica con el sistema; y por otra, nuestro rechazo y desprecio a las opciones que nos ofrece una casta política corrupta e ineficiente. El voto en blanco es la única manera civilizada que tenemos para decir: “¡Basta ya!” a quienes no merecen nuestro respeto por su comportamiento corrupto, insolidario, arrogante y antidemocrático. Es el nuevo “Nunca mais” de quienes rechazamos la decadencia y el hedor de esta clase política.

Otra opción posible es votar a aquellos partidos limpios, como Unión Progreso y Democracia (UPD), que nos ofrecen la utopía de una España habitable. Son partidos pequeños y sin opciones reales de tocar el poder. Pero son embriones de esperanza en el estercolero de la política que nos invade, que brillan por su valentía, coraje y decencia. Votarlos es una digna manera de revelarse frente al abuso y la indecencia de esa clase política que, en estos tiempos de crisis, se dedica a blindarse frente a los previsibles vaivenes de la fortuna mientras ponen en peligro a millones de familias y el futuro de nuestras pensiones.-

José Mª Rodríguez

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